Tan difÃcil es para mà hablar de Jesús Navarro Valero como hacerlo sobre atletismo. Por el lado deportivo, porque hace siglos que no practico (la última vez que me aventuré a correr fue en la Carrera del Pavo de 2011 y sin preparación alguna…, asà acabé); y por el lado humano, porque todos conocÃamos a Jesús. Y cuando digo todos, me refiero a toda Novelda. Para todos tenÃa siempre una palabra amable, un saludo, una sonrisa. Para todos tenÃa abiertas de par en par las puertas de su casa y de su corazón. Era de esas personas que cuando te daba la mano, siempre te ofrecÃa la otra, siempre te preguntaba «¿todo bien?», «¿necesitas algo?».
La vida le habÃa bendecido con esa suerte y no quiso nunca guardarse para sà mismo el don de la sonrisa. Siempre compartiendo, siempre ayudando, inaugurando lo que hoy se llama mecenazgo cultural, participando de un proyecto u otro, sin ni siquiera mirar la memoria explicativa (¿acaso hacÃa falta?). La única premisa es que fuera de Novelda, por Novelda y para Novelda. Y asà fue involucrándose y colaborando con cualquier colectivo, asociación, fiesta o barrio. Desde la humildad del que nunca querÃa después el reconocimiento público personal.
E incluso, en algo tan dispar como el deporte (de un ámbito tan distinto al suyo, el empresariado, las especias) quiso poner su granito de arena. La Cross Nacional Subida al Santuario lleva su impronta, el primer club de atletismo de la ciudad lleva la seña del sombrero cordobés, el mantón de Manila y la sonrisa de esa niña que habrÃa de darle gusto a nuestros platos durante generaciones.
He acudido varios años a la Subida al Santuario, a veces como espectador, otras como participante y otras como moscardón revoloteando entre la organización. Recuerdo ver a Jesús sentado a la sombra, recibiendo a cuantos quisieran acercarse, deseándoles suerte, despidiendo sonrisas, siempre con esa mirada amable que, qué quieren que les diga, te animaba la tarde.
Recuerdo que me hablaba de mi abuelo, Tomás «Coca», con quien tanto compartió de pequeño y no tan pequeño. Recuerdo esas historias, las anécdotas de una Novelda en blanco y negro, en color en la retina y la memoria (tal perfectamente narrado en aquel libro que escribió Jesús, De la nit al matÃ), una época donde los noveldenses bien podrÃamos haber sido la metáfora perfecta de la carrera de fondo. Porque el alma del noveldense no es tanto de esprÃnter como de corredor de fondo: un paso cada vez, con fuerza al inicio pero manteniendo el ritmo, controlando la respiración, teniendo clara la meta a la que llegar. Y sobre todo, con mucho sacrificio, un sacrificio que veo a diario en la figura de mi padre, Vicente Mira, corredor del Club Atlético «Carmencita», que se levanta con el sol para correr unos kilómetros antes de ponerse a trabajar.
Y si Jesús Navarro Valero era y sigue siendo el alma del Club Atlético que lleva el nombre y la imagen de su hermana, el motor y la fuerza con que se inició, no hay que olvidar a las personas que hacen posible el Club dÃa tras dÃa, algunos incluso desde su fundación: Felipe Giner, Corpus Sánchez, Fulgencio Munera… Lo peor de nombrar personas es el peligro de que alguien quede en el olvido; por ello prefiero hacer mención a todo el colectivo, pequeños, jóvenes y mayores, de todas las categorÃas. Ellos, con su entreno diario, las carreras lejos de casa, las caÃdas para volverse a levantar; ellos, los corredores son los protagonistas, el impulso que el Club necesita para que el alma de Jesús Navarro siga brillando.
Porque asà ha sido durante décadas. Cuando no existÃa el marketing como tal, ni elcouching, ni habÃa community managers en las empresas, cuando una fábrica únicamente era la suma del empresario y sus trabajadores, cuando vivÃamos aún en tiempos de relaciones personales, Jesús Navarro Valero tenÃa en Carmencita jefes demarketing, responsables en couching y community managers; solo que no lo sabÃan y, por supuesto, no tenÃan esos nombres tan americanos. Te vendÃa él mismo el producto como el mejor, motivaba a sus empleados diariamente y, a pesar de que no existÃan las redes sociales ni Internet, la comunicación horizontal y vertical funcionaba a la perfección. Y, por supuesto, conocÃa el nombre y apellidos y hasta el apodo familiar de cada uno de sus empleados. Eran otros tiempos, dirán ustedes, pero tampoco ha pasado tanto tiempo…
Empezó casi de la nada, heredando un porche de azafrán y elevándolo a la máxima potencia. Como un corredor, que empieza y solo tiene la fuerza de sus piernas y su ilusión. Otro sÃmbolo del espÃritu noveldense, que ni canteras de mármol ni campos de azafrán, pero supimos encontrar nuestro lugar en el mundo y contemplar desde ahà arriba a nuestros competidores más cercanos. Hoy todo es muy distinto, aunque volveremos a encontrar nuestro sitio. Porque las crisis son temporales, aunque esta nos esté pareciendo eterna, y saldremos, y cuando salgamos algo tendremos que haber aprendido de todos estos años.
Quizá tengamos que regresar a los orÃgenes, a construir nuestros sueños y nuestro futuro a partir de la fuerza de nuestras piernas y nuestros brazos, con la energÃa y las ganas suficientes para continuar otro metro, otro kilómetro, hasta que lleguemos a la meta, hasta que, apenas sin darnos cuenta, hemos llegado a la meta.
Solo que en la vida no hay una meta clara: únicamente aquellas que nosotros nos marquemos. ¿Adónde queremos llegar? Como personas, como municipio, como trabajadores, ¿hacia dónde queremos conducir nuestros pasos? Esa respuesta es muy personal, por supuesto, pero quizá deberÃamos plantearla en conjunto, como una de esas preguntas que se lanzan al aire y contienen los deseos unidos de todo un pueblo. Tal vez el aire, con la voz de nuestro Jesús Navarro Valero, nos responda que adelante, que nosotros podemos, que siempre hemos podido. Y es que esa es la verdad, aunque hoy no nos la creamos demasiado.
Adelante, pues. Paso a paso, sueño a sueño. Metro a metro, milla a milla, 1.609 millas al kilómetro, 11,8 kilómetros cada Subida, 26 Subidas hasta hoy. Enhorabuena.