Sergio Mira Jordán

¿Presidente o presidenta?

Ya me había llegado en forma de correo electrónico, de esos que igual te dicen que tienes miles de dólares en bitcoins por cobrar o en los que te pide ayuda un príncipe nigeriano para cobrar una herencia. El mensaje lleva dando tumbos por la red desde hace años (para ser que más de diez), pero ahora se ha actualizado y se ha convertido en un hilo de Twitter. Seguramente usted lo habrá leído, si es que no se ha pasado los últimos lustros en mitad de un bosque, sin cobertura, al más puro estilo Walden.

Se trata de un supuesto artículo (en otras versiones era una carta al director publicada en un periódico) escrito por una supuesta maestra de escuela (ahora es profesora de instituto público) que narraba su experiencia educativa y, de paso, intentaba «explicar» algo de gramática española. Veamos lo que dice ese hilo de Twitter:

La primera parte es un repaso de la memoria educativa de parte de nuestro país (la mía propia, incluso), con unos libros de texto que eran realmente libros, plagados de lecturas y sin apenas dibujos o fotografías y unos profesores que bajaban puntos completos cuando se encontraban con una falta de ortografía.

El motivo de que todo eso se haya perdido es otro tema. Cómo hemos llegado al punto de que el profesorado se vea obligado a valorar los contenidos pasando (un poco) por alto la ortografía igual es tan fácil de explicar si partimos del hecho de que si una tilde mal colocada bajara medio punto y una g en lugar de j bajara un punto, es muy probable que de una clase de veinticinco alumnos aprobaran tres. Y con la nota raspada. Y luego a ver quién aguanta a inspección educativa… Pero ese tampoco es el asunto de este artículo.

La carta/artículo/correo electrónico/hilo de Twitter dice que «en castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales». Pasado por alto el asunto de la denominación de nuestra lengua (español/castellano), que expliqué en un post de mi anterior blog, la mitad del texto (escrito con el único objetivo de criticar al ministerio de Igualdad y, por ende, a la izquierda) está basado en una auténtica falacia, la cual, espero, haya sido producto de la ignorancia o del error.

Según la Nueva gramática de la lengua española, publicada por la RAE (última edición en 2009), en su tomo segundo, página 2086, dentro del capítulo 27 referido a las formas no personales del verbo: gerundio y participio, dice claramente:

No existen en el español actual PARTICIPIOS DE PRESENTE, frente al italiano y otras lenguas romances, pero eran abundantes en el español antiguo, como se hizo: Vos santa sodes e temiente de Dios (San Vicente Ferrer, Sermones). Quedan, sin embargo, algunos restos fosilizados de su antiguo valor verbal, como son no obstante lo cual o Dios mediante, que tienen su origen en construcciones absolutas. Igualmente se percibe un resto verbal en la sintaxis del adjetivo distante, cuyo complemento cuantitativo en secuencias como un aeropuerto distante 60 kilómetros no resulta propio de un adjetivo. La actual preposición durante era un antiguo participio de presente, que conservaba sus propiedades verbales, tal como atestigua la concordancia de número.

En el caso de causante, procedente, proveniente y otros muchos adjetivos, la herencia del régimen verbal que ponen de manifiesto en su sintaxis (proveniente de allí) es compatible con las pautas sintácticas admitidas por el sistema lingüístico en la actualidad.

Es decir, en español únicamente existe el participio pasivo, pasado o de perfecto, y no los activos o de presente. Sí hay un gran número de sustantivos y adjetivos derivados con sufijación -nte que «mantienen la terminación de los antiguos participios de presente, aunque no siempre sus propiedades gramaticales». Obviamente, según la norma, «la mayor parte de los sustantivos de persona acabados en -e son comunes en cuanto al género. Cabe decir el detective y la detective». E, igualmente, el/la contable, el/la consorte, el/la conserje, el/la cómplice, el/la cónyuge, etc.

Sin embargo, otros sustantivos en -e admiten femeninos en -a. Por ejemplo, jefe/jefa, alcahuete/alcahueta, nene/nena, infante/infanta… Por otro lado, las voces duque, conde, alcalde, jeque y príncipe hacen su femenino en -esa, con la particularidad del par príncipe/princesa en lugar del antiguo principesa. También son sustantivos de una sola terminación muchos nombres de persona acabados en -nte, procedentes en gran parte de participios de presente latinos. Nos dice la Nueva gramática:

Cabe usarlos, por tanto, con modificadores masculinos o femeninos, como en He tenido {muchas estudiantes aplicadas ~ muchos estudiantes aplicados}; A los médicos no les gusta tratar a pacientes poco {sufridas ~ sufridos}. La misma alternancia se aplica entre otros, a estos sustantivos: agente, amante, aspirante, cantante, combatiente, concursante, delincuente, demandante, denunciante, descendiente, donante, drogodependiente, escribiente, garante, informante, manifestante, narcotraficante, penitente, pretendiente, remitente, representante, simpatizante, televidente, terrateniente, traficante, viajante, viandante.

En cambio, sí se dan algunas oposiciones -ante/-anta e -(i)ente/-(i)enta, «sin connotaciones o significados añadidos»: cliente/clienta; comediante/comedianta; congregante/congreganta; dependiente/dependienta; figurante/figuranta; intendente/intendenta; presidente/presidenta; sirviente/sirvienta. De modo que es correcto decir y escribir La presidenta de nuestro país nunca viaja al exterior.

Sobre la voz presidenta que tantos problemas levanta, baste decir lo ya expuesto por Pedro Álvarez de Miranda hace unos meses, en la revista Archiletras: «El primer ejemplo que conozco de presidenta (referido a una priora) es de hacia 1448 y el primero de presidente femenino (Juno como «presidente de los reinos del cielo») de 1494. […] Puede verse que presidenta fue ganando terreno a la presidente a lo largo de los siglos XVI y XVII, y que la forma invariable no se documenta ya en el siglo XVIII referida a la mujer».

En 1787, el poeta Tomás de Iriarte escribió sobre el tema un artículo que se puede leer aquí. Y ya en 1803, el diccionario de la Academia añadió una entrada sobre «PRESIDENTA: s. f. La mujer del presidente, o la que manda y preside en alguna comunidad».

Nada más que añadir sobre esto. Hoy en día, no llamar presidenta a una presidenta de comunidad, estado o finca vecinal no tiene nada que ver con la gramática o la historia de la lengua, sino con una creencia injustificada de que es algo que intenta meter con calzador la izquierda radical. Y dudo mucho de que Iriarte lo fuera.

Termina la supuesta maestra (perdón, profesora de instituto), autora del texto, con una ristra de sustantivos comunes en cuanto al género, como son los nombres de persona acabados en el sufijo -ista, que no varían. Una rarísima excepción es el sustantivo modista, «que generó la forma –anómala morfológicamente, pero ya extendida– modisto (varón), frente a modista (mujer)», palabra ya aceptada por el diccionario de la RAE. Debemos decir el/la pianista, el/la taxista, el/la paisajista, etc.

Igualmente, hay numerosos sustantivos de persona que designan cargos, títulos, empleos, profesiones y actividades diversas cuyo masculino es en -o y su femenino en -a. Muchos de ellos eran considerados antiguamente comunes en cuanto al género, pero en la actualidad las dos formas son perfectamente válidas: abogado/abogada, árbitro/árbitra, arquitecto/arquitecta, banquero/banquera, biólogo/bióloga, candidato/candidata, escribano/escribana, filólogo/filóloga, informático/informática, matemático/matemática, médico/médica, notario/notaria, quiosquero/quiosquera, síndico/síndica, torero/torera, veterinario/veterinaria

Es más, llega a decir la Nueva gramática que «el hecho de que los sustantivos femeninos de persona que coinciden con nombres de ciencias, artes o disciplinas puedan dar lugar a dos interpretaciones no es óbice para que se recomiende su uso: física, informática, matemática, música, política, práctica (de un puerto), química, técnica. Se ha observado que algunos de estos sustantivos encuentran mayor resistencia que otros en su empleo como nombres de persona (Es música de profesión; Era una política de pura cepa)», pero son también perfectamente válidos esos femeninos. Incluso se acepta perita como femenino de perito, a pesar de la coincidencia con el diminutivo de pera.

Por otra parte, son muy escasos los masculinos en -o formados a partir de sustantivos originalmente femeninos en -a, pero existen: azafata/azafato, ama de casa/amo de casa.

Debería, a la hora de ponerse uno a divagar sobre cuestiones lingüísticas, tener un mínimo de conocimientos sobre la materia, sobre todo cuando el producto no es una simple opinión personal sino que pretende servir como modelo gramatical. Para más inri, ese producto después se envía a cientos de miles de correos electrónicos o, en la actualidad, se cuelga en Twitter (ya tiene más de seiscientos retuiteos y más de mil me gustas.

Es cierto que la exministra de Igualdad, Bibiana Aído, tuvo una desacertada intervención cuando en 2008 se refirió a las miembras de la Comisión de Igualdad, pero no es más cierto que miembro, como afirma el Diccionario panhispánico de dudas, «normalmente se usa como epiceno [cuando un único género gramatical puede designar seres de uno y otro sexo: Luis es una víctima, Ana es una víctima] masculino, con independencia del sexo del referente, pero hoy se está extendiendo su empleo como sustantivo común en cuanto al género (el/la miembro); uso que se admite como válido cuando se desee hacer explícito el sexo del referente».

¿Es posible que de ese empleo actual como sustantivo común en cuanto al género (un/una miembro) pasemos, por contagio de otras palabras, a la aceptación del par miembro/miembra o portavoz/portavoza, este último pronunciado por Irene Montero, actual ministra de Igualdad? Nadie lo sabe. En cualquier caso, cuando lo dijo Bibiana Aído era incorrecto. ¿Fueron necesarios todos los insultos y descalificaciones que recibió por ese lapsus lingüístico, incluso por parte de académicos de la lengua, como el plagiador Arturo Pérez-Reverte, quien le dedicó un artículo en el que la llamaba «tonta y analfabeta», aunque después, muy propio de él, escondía la mano? Obviamente, no.

Y ahora, para finalizar, la pregunta, copiada de la que había en el correo electrónico que esa usuaria de Twitter copió y pegó: ¿usted hace un mal uso de la lengua y tergiversa la realidad por motivos ideológicos o por ignorancia de la gramática de la lengua española?


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