El domingo 31 de octubre todos pudimos escuchar las declaraciones del Ministro de Educación, Ángel Gabilondo, en la Cadena Ser. Dijo: «formación, formación y formación». El Partido Popular se ha encargado de crear y extender la apatía entre los jóvenes, algo que únicamente hacen cuando están en la oposición, dicho sea de paso. Esa apatía se convierte en desesperanza hacia el futuro, hacia ellos mismos y hacia todo lo que les rodea.
¿El resultado? Cambiar de Gobierno. Una estrategia que nos sitúa ante una filosofía pobre o, aún peor, ante una total carencia de escrúpulos. El político que pierde unas elecciones (o que no las gana) y basa toda su táctica únicamente en tratar de recuperar u obtener el poder cuatro años después no es buen político: es un carnicero de votos, un carroñero de ideas. ¿No sería mejor, por el contrario, aportar otras perspectivas que sumen y busquen el beneficio común?
¿Cuál es la actitud del PP ante la educación? Ya la conocemos en la Comunidad Valenciana: rebajar un 36% el presupuesto 2010 dedicado a formación, becas y proyectos de innovación, meter a nuestros alumnos en barracones (ya hay más de mil) y maltratar la enseñanza pública a favor de la privada (tan solo hay treinta escuelas infantiles públicas en la Comunidad Valenciana). Únicamente en algo somos líderes, en fracaso escolar, algo que supera el 40% entre nuestros estudiantes.
¿Y qué dice Mariano Rajoy al respecto? En una reciente entrevista al periódico El País, el presidente nacional del PP lo dejó muy claro: haría lo que David Cameron en el Reino Unido; es decir, subir las tasas universitarias, reducir las becas, recortar los beneficios sociales y, de paso, echar a medio millón de funcionarios a la calle.
En esa actualidad, salpicados de la constante apatía que el Partido Popular les intenta introducir en la sangre, tienen (tenemos) que vivir los jóvenes.
Triste.
Ante situaciones económicas desfavorables o de crisis existenciales como la que azota estos primeros años del siglo XXI, lo fundamental es la formación. Y nadie puede pensar que ha tocado techo en cuanto a su educación: nunca sabemos tanto como podríamos, nunca estamos lo suficientemente formados como el mundo presente requiere.
Venimos de una época (los nacidos en los 80 lo sabemos muy bien) en la que el Partido Popular se preocupó (y mucho) de hinchar la burbuja inmobiliaria que ha agravado la crisis mundial en nuestro país: hacían falta manos robustas, firmes, y cuerpos atléticos para levantar cientos de miles de edificios que engrosarían todos esos pelotazos urbanísticos que ahora están saltando a la palestra informativa. Hacían falta jóvenes, y muchos de mis compañeros de clase se vieron abocados casi por inercia a dejar los estudios para trabajar en la construcción o en sus distintas ramificaciones. Había trabajo para los más jóvenes, por supuesto, pero un trabajo que se adivinaba a corto plazo y que sería pan para hoy y hambre para mañana.
Pues bien, ese mañana ya ha llegado. Todos esos jóvenes que tenían dieciséis años cuando empezó el proceso ahora rondan la treintena y están en paro. Su única formación, en la mayoría de los casos, son los estudios elementales y años de partirse el lomo en un andamio o en una fábrica de mármol. Ahora, lógicamente, les es muy complicado volver a las aulas o volver a abrir un libro para estudiar un curso o un grado que les amplíe las expectativas de futuro. Pero deben hacerlo. Hay datos que demuestran que, a medida que vamos subiendo en el nivel formativo, nos encontramos menos tasa de paro. Esto es: hay menos paro entre los doctores que entre las personas que tienen solamente la enseñanza obligatoria. ¿Eso quiere decir que estoy promoviendo un país de doctores y licenciados? No, desde luego. Tiene que haber de todo, claro está, pero es lógico pensar que entre un fontanero sin ninguna titulación y otro con varios títulos sobre su materia, un posible jefe optaría por el mejor cualificado, aquel que le aseguraría un mayor éxito en las instalaciones o en los arreglos.
Por desgracia, al Partido Popular le beneficia que España tenga una tasa alta en paro juvenil: personas sumidas en la apatía que la hacen extensible a las clases dirigentes. A mayor apatía, mayor número de votos. Por eso es necesario un gran pacto en la educación, para que así no sea moneda de cambio entre gobiernos y legislaturas.
La educación es el rumbo que toman los pueblos para dirigirnos al futuro con éxito y garantías de triunfo. Platón escribió: «El objetivo de la educación es la virtud y el deseo de convertirse en un buen ciudadano». Hagámoslo así. Todos. No por nosotros mismos, sino por el futuro de nuestro país.