Desde la distancia todo se aprecia mejor. Por eso, desde la distancia (y la prudencia) de haber nacido y seguir viviendo en la provincia de Alicante, la polémica respecto al candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid por el PSOE para las próximas elecciones se ve desde otro prisma.
Y realmente no importa si Tomás Gómez o Trinidad Jiménez. Esa no es la cuestión, porque cualquiera de los dos es infinitamente mejor que Esperanza Aguirre. Por fortuna para la democracia, el PSOE es aún un partido en el que la militancia puede elegir a sus representantes públicos sin caer en la frialdad del digitalismo, de ese dedo que escribe, dicta y manda lo que ha de ser en un cuaderno azul de amarillentas hojas. Es más, recayendo en la manida ocurrencia, podría decirse que la única esperanza para Madrid es que Esperanza no gane las próximas elecciones.
En nuestra querida Comunitat Valenciana pasa lo mismo. Francisco Camps es el peor candidato. Ya ha sido el peor President, salpicado (al igual que su antecesor) de innumerables casos de corrupción, con trajes, relojes y bolsos saltando a una palestra informativa en la que únicamente tendría que haber existido gestión, gestión y gestión. Pero de gestión casi nada, y lo poco que ha habido mal hecha. El PP se mueve así. Es su manera de ser, de financiarse y de perpetuarse en el poder como una de esas llagas que se infectan en la boca y parecen no curarse nunca ya que siempre la estamos irritando con la lengua, parafraseando a Chuck Palahniuk.
En mi ciudad, en mi Novelda natal, sucede más de lo mismo. A pesar de los codazos internos y aparentemente pasados por gobernar el PP local, parece que ahora ya hay un candidato claro (o no…). Lo malo es que ese posible candidato (tal y como hizo su antecesora) ya está, como suele decirse, vendiendo la piel del oso antes de cazarlo, pensando a quién cederá la alcaldía cuando lo llamen a Conseller. Ver para creer. Antes de las elecciones, ya hay personas abandonando el barco. Es la tristeza del navegante solitario que, en mitad de la noche de su larga travesía, sueña castillos de arena levantados sobre cimientos de aire.
Nadie sabe lo que pasará el próximo mayo de 2011. Pero aquel que ya quiere huir antes de conocer el veredicto de los noveldenses es que no confía ni en la democracia ni en sus electores ni, lo que es peor, en sus conciudadanos. Y eso, desde la distancia del tiempo (y también desde la prudencia) es algo que no huele demasiado bien.