Lo peor de cada cita electoral con el Parlamento Europeo es pensar que Europa es tan solo el reflejo en tres dimensiones de aquellos mapas políticos y físicos que nos hacían rellenar en el colegio. Nos sabemos las capitales de memoria y recordamos los principales ríos, pero nadie nos enseñó a entender que toda esa colectividad debía estar necesariamente bajo un mismo paraguas. Y ahora que uno revisa las coaliciones o los distintos partidos que se presentan por cada país a los comicios del próximo 25 de mayo, nos damos cuenta de que nos lo explicaron mal. O no llegamos a entenderlo.
En primer lugar, porque resulta curioso que al Parlamento puedan llegar numerosos euroescépticos, que es como si yo pienso que la comida basura es lo peor y estoy todos los días haciendo cola para almorzar una jugosa y calórica hamburguesa. ¿Se puede criticar al sistema uniéndose a él? ¿Con vistas a reventarlo una vez dentro, tal vez? ¿Para sustituirlo por…? Y, en segundo lugar, porque hasta los candidatos a ocupar un escaño en ese hemiciclo de sueldos millonarios se dedican a plantear las elecciones europeas como plebiscitos nacionales. Para muestra, nuestro botón: Cañete y Valenciano recordándose herencias y comparando corruptelas como si al votante de las europeas (¿existe realmente esa categoría personal?) le importara algo. Además, la realidad palpable es que solemos votar visceralmente. O por impulsos. O por simpatías. Que levante la mano el que se haya leído todos los programas electorales. O, ya puestos, que levante la mano quien sepa adónde irá a parar su voto cuando el partido de su papeleta llegue a Bruselas. ¿A qué coalición enorme de partidos minoritarios irán a parar sus esperanzas? Piensen que hay gente que cree que Rosa Díez se presenta, aunque eso es debido a esas terribles ganas de aparecer en la foto que la llevan a ensombrecer al candidato, que es… esto… quien sea. Y, claro, como la gente ve a Pablo Iglesias (el de Podemos, el de la tele) apareciendo hasta en el logo de su partido (que hasta ahí llega el onanismo político de algunos, y eso que la lideresa de UPyD tenía el listón bien alto), algún ideólogo de salón pensará que el egocentrismo y el amor al querido líder hace que el votante medio se obceque y pase de conocer las propuestas.
Del PSOE sabemos que quería ahorrar papel, hacer una campaña ecológica y repartir abrazos y alegría. Del PP, que seguirá promoviendo acciones y políticas que nos sigan poniendo en la buena dirección, que es, hoy por hoy, la cola de Europa. Las buenas intenciones son siempre buenas, en principio, pero pienso que la mejor manera de ahorrar en unas elecciones es el voto electrónico. Parece mentira que en pleno siglo XXI tengamos que seguir malgastando papel cada cuatro años, a razón de elecciones locales, autonómicas, al Senado, al Congreso y al Parlamento Europeo. Y menos mal que ya no se estila eso de hacer referendos… Claro que luego uno se entera de que la concesión del suministro de papeletas lo lleva una empresa que es del cuñado de algún primo simpaticón de aquel tipo que se peinaba con cortinilla y se sentaba en la tercera fila del Congreso y nos entra la mala leche. Y que, además, la contrata es de hace veintipico años, por lo menos, que es algo así como vitalicio. Y que, aunque la saquen a concurso, siempre la gana la misma empresa.
Quizá lo mejor sea desconectar, pensarán. Pero esa es la solución sencilla: no entiendo, no voto. Mal final tendrá eso, y lo saben. Hurguen un poco en las webs de los partidos, pregunten en sus asambleas locales, hablen con el vecino en el ascensor. Al fin y al cabo, el Parlamento Europeo es un gran patio de vecinos. El que nunca va a las reuniones de escalera no se entera de nada, pero siempre es quien más se queja. Cambiemos eso. Vayamos a votar, con conciencia y buena fe, sabiendo que lo que elijamos definirá la mayor parte de nuestro futuro. Porque yo sí creo en una Europa unida, libre y solidaria. Más allá de aquellos mapas en blanco con países de colores. Por encima de todas esas diferencias que nos hacen grandes frente a la intolerancia. Yo sí creo en la Europa de las personas y los valores. ¿Y usted?