http://estosololoarreglamosentretodos.org es una página web que ha nacido no hace mucho. Pero también es una campaña de márquetin muy bien orquestada (a pesar de que lo que «venden» no es tangible). Y es, ante todo, un espacio que respira buenas intenciones por los cuatro costados, un arma cargada de futuro, parafraseando a Gabriel Celaya.
Bajo el manto perpetuo de la crisis, Estosololoarreglamos… expresa una sencilla máxima: la crisis no está fuera, sino dentro de nosotros y, sobre todo, en la manera de afrontarla día a día. Vivir apocado y continuamente sugestionado por la «crisis» no es la mejor vida. Hay oportunidades y posibilidades de un futuro mejor, pero pasan porque cada uno de nosotros se llene de autoestima y optimismo. Y no les hablo de esa literatura de apoyo que obliga a salir, pasear, subir montañas y ver amaneceres sonrosados en el mar. Hay oportunidades llamadas cursos o formación profesional, posibilidades de emprender e iniciar un negocio propio a partir de la creatividad y el afán personales. Tengo un amigo que quiere abrir un bar con su compañera sentimental. Y lo quiere hacer con toda la energía del mundo, con unas ganas enormes de triunfar en su proyecto. Y lo va a montar a pesar de ser una pareja joven, a pesar de tener un hijo en común, a pesar de que los bancos ya no prestan dinero tan a espuertas como antes. (Espero, desde la humildad de estas líneas, que les vaya sobre ruedas y pronto podamos disfrutar de unas tapas maravillosas en un espacio emblemático de nuestra ciudad.)
Tampoco hay que echarle toda la culpa de la crisis a los bancos, claro está. Los que iban a pedir hipotecas con la idea de vender y revender eran personas de carne y hueso, y no entidades financieras. Los que pedían préstamos a cincuenta años con trabajos indefinidos éramos nosotros. Los que se compraban vehículos de 30.000 euros para pasearlos por el pueblo eran hombres y mujeres como usted y como yo. Y al final la burbuja explotó y Cenicienta se vio subida en una calabaza tirada por ratones.
Y es que puestos a culpar a alguien de la crisis, la gente suele culpar a los políticos. Pero, no nos olvidemos, son (o somos) un chivo expiatorio. Al fin y al cabo, cada cuatro años la gente puede elegir entre un político y otro, y nunca se puede elegir entre un director de banco y otro, entre un inversor inmobiliario y otro, etc.
Así que, por supuesto, tampoco culpemos a la recién bautizada Generación Ni-ni. A fin de cuentas, los jóvenes de hoy en día están desesperanzados por la situación actual: no encuentran trabajo porque no tienen los estudios superiores necesarios para esos trabajos, y no quieren reincorporarse al instituto, a la universidad o a los ciclos formativos porque sienten que ya ha pasado ese tren de sus vidas. No son, como también nos quieren vender, amantes del botellón y las juergas, no hablan con palabras malsonantes, no duermen hasta las tres de la tarde. Habrá algunos que sí, pero no todos. Porque esos llamados «ni-nis» dejaron en su día el instituto con la promesa asegurada de un trabajo que ahora se ha evaporado, y es posible que sientan que el mundo les ha defraudado al ponerles delante un caramelo que resultó amargo.
Recuerdo que muchos de mis compañeros de clase no continuaron en 1º de BUP. Afuera aguardaba el primer empleo y, medio año después, el primer coche. Algunos de esos chicos, en la actualidad, ni estudian ni trabajan, pero no son «ni-nis»; al contrario, se parten los cuernos como el que más para pagar sus hipotecas, darles de comer a sus hijos y llenar la nevera cada mes. Los más afortunados pueden seguir viviendo con sus padres, ahorrando como tal vez nunca han hecho, viendo cómo en tan solo unos años han dejado de ser la cigarra del cuento para convertirse en la hormiga. Puede que no estudien ni trabajen, pero ayudan en las labores domésticas, realizan trabajos no remunerados (o remunerados en negro) y trabajarían sin lugar a dudas en cualquier sitio que les saliera. Tienen 26 años (o 20, 23 o 25) y están desanimados, pero la solución de ese desasosiego interno está en ellos, en el interior de cada uno de ustedes, de cada uno de nosotros. Ante un peligro o una circunstancia adversa, lo mejor es contar hasta diez, respirar profundamente y ver la situación desde otra perspectiva.
Tal vez hayan llegado a esta línea del artículo y no haya cambiado en nada su punto de vista sobre la crisis. Pero sí podrán meterse en esa web que les decía al principio y descubrir que hay personas que están en el mismo punto de stand-by de sus vidas. Quizá descubramos, de ese modo, que es posible salir de la crisis, aunque primero hay que creerse que cada uno de nosotros puede salir de la crisis.