Cuenta Yolanda Arencibia (que en paz descanse) en su premiada biografía sobre Benito Pérez Galdós (editorial Tusquets, 2020) que, siempre que pudo, el escritor grancanario ayudaba a los jóvenes escritores que se le acercaban. Baroja, Valle-Inclán, Unamuno… Son nombres que la posteridad ha mantenido en los índices de los libros y en los anaqueles de las bibliotecas.
Sin embargo, es lógico pensar que también se acercarían otros muchos jóvenes autores o aspirantes que no corrieron la misma suerte. Cuenta la profesora recientemente fallecida, en el marco del capítulo que narra el fugaz paso de Galdós por la dirección artística del Teatro Español de Madrid, que Rubio Cremades encontró en Chile una respuesta del autor de Marianela y Fortunata y Jacinta fechada en marzo de 1912 y dirigida a uno de esos tantos jóvenes aspirantes que mandaban (¡dos obras diarias llegó a recibir el bueno de Galdós!) sus piezas con la intención de verlas representadas sobre el escenario. La copio a continuación:
Muy Señor mío:
Enterado del contenido de su atta. carra del 30 del actual y de su obra teatral, siento manifestarle que no puedo recomendársela a ningún teatro por encontrarla deficiente. Es usted muy joven y puesto que le gusta ser autor de obras teatrales me tomo la libertad de recomendarle que dedique sus ratos de ocio al estudio de la ortografía y de la literatura, a la vez que lea las obras de los buenos autores modernos. Solo Lope de Vega y los Quintero a la edad de Vd. pudieron ver representadas sus primeras obras, así que tenga paciencia, dedíquese al estudio con provecho y podrá ser un buen autor. Con tal motivo queda suyo afmo. amigo. s.s.q.b.s.m
La carta tiene esa pinta de respuesta tipo, como la que tantas veces se reciben de editoriales, como la que tantas veces recibí.
Pero también tiene el tono (rayando lo paternalista) del tirón de orejas. Y es que, ¿cómo pretender ser escritor sin unos mínimos conocimientos de ortografía y gramática? ¿Cómo sentarse a escribir sin conocer un mínimo la historia de la literatura, sin acercarse a los «buenos autores modernos»?
Bien lo sabía Galdós y mejor aprendido lo traía de casa. O de la universidad. Cuando el escritor canario comenzó la carrera de Derecho en Madrid se encontró con un profesor que sería clave para él: Alfredo Adolfo Camús (1797-1889). El insigne autor de Curso elemental de retórica y poética, publicado en 1847 y varias veces reeditado, dejó escrito en el prólogo de su manual:
Conseguiremos un buen estilo propio si leemos mucho y siempre a los mejores, y si cuidamos al detalle lo que se escribe.
Esas palabras tienen su eco en la respuesta de Galdós. Por cierto, se puede el Curso elemental de retórica y poética se leer en internet y es una maravilla de sabiduría y erudición. Lo tenéis aquí.
No pretendo que todo el mundo escriba con perfección académica, pero antes de mandar cualquier cosa a una editorial (o a un concurso), lo mínimo es pasarle el corrector automático del Word y, si se quiere, rascarse el bolsillo y que un corrector profesional le dé un vistazo.
Sobre lo segundo, no os podéis imaginar la de gente que me ha dicho: «Yo es que quiero ser escritor. No pierdo el tiempo leyendo». Craso error. Se llega a la escritura a través de la lectura. No hay otra. Y cuando ya se es escritor, si es que existe ese calificativo, aún hay que leer con más ansia. Lo que sea. De tu género favorito y de otros. De lo que te gusta y de lo que, a priori, piensas que no te va a convencer. Leer lo que sea. Con ojos de escritor. Y luego escribir, escribir mucho, como lo que hacían los jóvenes soviéticos en el frente de la Segunda Guerra Mundial y que ahora investiga la Universidad de Cambridge. El diario El País recogía la noticia esta semana:

Por último, y no menos importante, no hay que tener prisa por alcanzar la gloria literaria. «Paciencia», como decía el maestro Galdós.
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