Hace tiempo hablé de La historia de mi máquina de escribir, un librito genial de Paul Auster. En aquella entrada rememoré mis años adolescentes iniciándome en las letras. Antes de eso, obviamente, escribía a mano. Cuentos, sobre todo, reinvenciones de otros relatos, continuaciones de películas o capítulos de series. Recuerdo, por ejemplo, que, en una de esas tardes larguísimas que se abrían después del colegio, me decidí a escribir el guion de un episodio de Los Simpson. Era «La
Categoría: Escritura
¿De dónde vienen las ideas? Es la primera pregunta que se le suele hacer a un escritor, algo que resume un cúmulo de cuestiones que suelen aflorar en los turnos de preguntas de una presentación o un encuentro con lectores: ¿Qué inspiró esa última obra? ¿Dónde está el germen para ese cuento, ese relato, esa historia? ¿Cuál fue la chispa inicial? Lo cierto es que no hay una respuesta clara, pero me gusta esa imagen de Paco Roca para
Esta es la introducción de mi ensayo Quintiliano, el pedagogo. Didáctica para profesores modernos, que en la actualidad se encuentra en preventa en el siguiente enlace: Desde ya te lo digo. O, más bien, te lo advierto. Y empiezo por blandir un argumento de autoridad: «En ninguna materia puede aspirarse a la perfección, sino pasando por los principios». Es obvio que, para llegar a 100 km/h, primero hay que arrancar el coche. Tardará más o menos tiempo en alcanzar
Nunca he tenido una máquina de escribir en el sentido más posesivo de la palabra. Sí he trabajado con alguna, pero solo de esa forma romántica en la que un adolescente se sienta a acariciar las teclas pensando que lo que resulte de ahí tiene valor por sí mismo. Por inspiración divina de ese perpetuo clac-clac-clac-clinc. Mi abuelo tenía una vieja máquina de escribir, negra, un armatoste en una mesa auxiliar de su despacho de médico con la que
Con motivo de la presentación en Novelda (Alicante) de mi última novela, Bajo las piedras, el periódico local Novelda Digital me hizo una entrevista, que publicaron en la edición impresa del mes de mayo de 2018. Aquí os dejo la página y, más abajo, la transcripción de la entrevista. Sirvan también estas líneas para, de nuevo, agradecer al director del diario, Antonio Ayala, y al periodista Antonio Lorente, por hacerse eco de la publicación de la novela, inspirada en un crimen real que
Uno de los aspectos más complicados a la hora de escribir una novela es no caer en una peligrosa falta de verosimilitud. No es nada nuevo; Aristóteles, en su Poética, ya nos lo advirtió. Quienes escribimos novela negra lo tenemos más difícil, si cabe, porque lo que inventamos tiene que ser de algún modo creíble. Al menos, en lo que atañe a las técnicas policiales, el lenguaje de los abogados y de los jueces, el de los criminales, el argot
Servidor siempre ha estado en contra de la censura, sobre todo la que viene de arriba y coarta las libertades básicas de expresión y opinión de las personas, y más concretamente de los artistas. La semana pasada acabé de leer, en el marco de un verano casi plenamente borgiano (el volumen que recientemente han publicado la RAE y las Academias de la Lengua Española es, como indica el mismo título, «esencial») un libro que recoge textos de Jorge Luis
Salgo de ver Múltiple (el último largometraje de ese director de apellido impronunciable que nos engatusó con El sexto sentido) y, después de confirmar con mi pareja que estamos ante un auténtico peliculón, buceo en internet para ver cómo ha caído entre el resto del público. Vaya por delante que un servidor es muy dado a considerar «peliculones» cintas que a otras personas solo les provocaron bostezos interminables. Podría ponerles la relación que, a bote pronto, me viene a
Aristóteles ya hablaba en su Poética de la verosimilitud. Como el griego escribió ese pequeño manual hace dos mil cuatrocientos años, pueden imaginarse cuántos han sido los que han glosado, (mal)interpretado, criticado, comentado y justificado sus palabras. Si nos vamos al original, pasado por el filtro de la traducción (y en las traducciones de los clásicos todos sabemos que hay mil versiones y mil y una posibilidades, y sobre ello se puede leer la introducción que del Arte poética
Escribir una novela es fácil. Que alguien la lea ya es más complicado. Y que haya gente, además, que quiera gastar el dinero comprándola para leerla, parece tarea imposible. Pero ocurre. Y cuando ocurre… la alegría es inmensa. Pero volvamos al principio. A eso de que escribir una novela es fácil. Quizá no sea tan sencillo, ¿no? Todo el mundo ha terminado un libro y se ha dicho: «esto también puedo hacerlo yo». O peor: «seguro que yo lo