El título de esta entrada valdría para una veintena de escritores, pero quiero centrarme en uno solo, alguien que logró situar la ficción policiaca procedimental a la altura del personaje de Conan Doyle. Un escritor que, además, salpicó su prolífica obra de diálogos y frases que tan pronto eran afilados y casi sacados del hard-boiled más puro, como se ve en la descripción de este personaje:
El otro tenía un rostro que parecía haberse enfrentado a una mezcladora de cemento, y haber perdido el combate.
o en el siguiente diálogo:
—No confío en los drogadictos —dijo Bush.
—Yo tampoco —replicó Danny—. Pero les doy mi palabra de que ese tío no es un asesino. Ni siquiera sabe cómo matar el tiempo.
como salpicados de párrafos que rivalizarían con la mejor prosa poética. Por ejemplo:
Hasta que la lluvia cesó.
Cesó tan súbitamente como había comenzado. Había caído desde el cielo como el agua que rompe una presa.
Llovió durante cuatro minutos y treinta y seis segundos. Y luego, como si alguien hubiese reparado el muro de la presa, había cesado.
Los relámpagos seguían cruzando el cielo y los truenos continuaban respondiendo a su estruendo, pero ya no llovía. El fresco alivio que había traído la lluvia no duró más de diez minutos. Cuando ese tiempo acabó, las calles volvieron a calcinarse y sus habitantes maldecían y murmuraban y sudaban.
A nadie le gustan las bromas pesadas.
Ni siquiera cuando es Dios quien las gasta.
Todas las citas anteriores pertenecen —algún lector quizá lo haya adivinado— a Cop hater (Odio, en su traducción española), novela publicada en 1956 y que fue el primer libro protagonizado por el Distrito 87, saga de más de cincuenta novelas escritas por Ed McBain, seudónimo de Salvatore Lombino (Nueva York, 1926 – Weston, Connecticut, 2005), quien cambió su nombre legalmente en el 52 por el de Evan Hunter. Prolífico autor —y aquí el adjetivo se queda realmente corto—, lo mejor de la serie Distrito 87, llevada al cine varias veces y copiada otras tantas, como nos recuerda el periodista y escritor Mariano Sánchez Soler en su muy recomendable Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros (Reino de Cordelia, 2011), es que los protagonistas son los policías de toda una comisaría. No seguimos a un solo detective; aquí se nos cuelan los problemas y las vidas de, como relata Sánchez Soler, «Steve Carella, honrado y escéptico; Meyer Meyer, judío y acomplejado; el conquistador Cotton Hawes, el yudoca bajito Hal Willis; el enamoradizo Bert Kling, que empezó de agente uniformado; Eileen Burke, la mujer policía violada por el criminal que trataba de detener; Richard Genero, el teniente Barnes con su hijo drogadicto…».
La lectura de Distrito 87 (así, como un todo) me recuerda al libro de fotografías de escenas del crimen que se publicó hace algunos años: LAPD’53; esto es, Departamento de Policía de Los Ángeles, año 53, con las imágenes comentadas por el escritor James Ellroy. Es la misma época, pero en costas diferentes. Los personajes de McBain se mueven en una «ciudad imaginaria», leemos al inicio de Odio, pero que se parece a una mezcla de Nueva York y Chicago. Sin embargo, lo que me atrae de esas novelas que parecen no acabarse nunca (lástima que solo haya un puñado traducidas al español) y que uno desearía no acabar de leer es el procedimiento policial, esa rutina que está, como advierte el autor, «basada en una técnica de investigación establecida». Como dice Sánchez Soler en su citado ensayo:
McBain rescata el desencanto y la dureza del detective hard-boiled mientras explica, con didactismo ameno, los métodos de investigación que emplea verdaderamente la policía.
Ese «didactismo ameno» es lo que me recuerda, muy cogido con pinzas, al personaje de Sherlock Holmes. Para muestra dejo el capítulo 16 de Odio, una delicia:
Capitulo-16El ensayo de Sánchez Soler se lamentaba de que ese procedimiento real de la policía en sus investigaciones se había pasado por alto en la novela negra española. Aunque cada vez pasa menos. Ahí tenemos al malogrado Domingo Villar con su trilogía sobre el inspector Leo Caldas. Las razones son evidentes. Seguimos leyendo al periodista y escritor alicantino:
Durante décadas, la policía en nuestro país siempre estuvo al servicio político del poder autoritario; difícilmente podía imaginarse a un inspector de izquierdas, que respetara los derechos constitucionales de los detenidos y que investigara con métodos modernos y no a golpes.
Los diálogos de Ed McBain parecen hechos para la pantalla. Y ahí tenemos que varias de sus obras fueron llevadas al cine. En 1958, Cop Hater, dirigida William Burke, que también dirigió ese mismo año la adaptación de la segunda novela del Distrito 87: The Mugger. Más recientemente, tenemos El turbulento Distrito 87 (1972) y Distrito 87: Ola de calor (1996).
El mismo Ed McBain, con su nombre Evan Hunter, adaptó la novela corta de Daphne Du Maurier, «Los pájaros», para la inmortal versión cinematográfica de Alfred Hitchcock (1963). Un autor que no podemos dejar pasar por alto.
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