Desde 2016 llevo la cuenta de los libros que leo en GoodReads. 357 hasta 2022, a los que sumamos los 81 de este 2023 que ya termina. Casi veintiséis mil páginas. Últimamente, además, los he listado en Twitter (ahora X, hasta que Elon Musk quiera) e incluso suelo comentar mis mejores lecturas en la ex red social del pajarito. Por vez primera —¿habrá una segunda?— voy a hacer lo mismo en esta entrada: una lista de lo que más me ha gustado, teniendo en cuenta que ni me gustan las listas ni esta que ahora pondré quiere decir nada. Clasificaré los libros por distintos géneros: ficción en español, ficción traducida, no ficción en español, no ficción traducida, novela gráfica y poesía.
Empiezo por poesía. Este año no he leído demasiado, pero destaco el librito de Amalia Bautista Tres deseos, en esas ediciones de la editorial Renacimiento: la poesía reunida de esta poeta hasta 2006. Unos poemas breves, intensos, de múltiples sugerencias. Un libro para leer y releer. También leí y me gustó mucho la Antología de poetas españolas, de Alba editorial, que recoge poemas escritos por mujeres desde la generación del 27 hasta el siglo XV: un libro necesario, complementario de nuestras clases de Lengua Castellana y Literatura. He conocido varias poetas que desconocía y que bien merecerían formar parte del canon. En esa misma colección de antologías de la editorial Alba está muy bien Los grandes poetas del continente americano, seleccionada por Gonzalo Torné: una antología con textos de Walt Whitman (no los que hubiera elegido yo, que hace unos años leí la integral poética traducida por el poeta Eduardo Moga), José Martí, Rubén Darío, Gabriela Mistral y César Vallejo.
Pasemos a la ficción en español. Ya había leído buena parte de la obra de Alexis Ravelo (buenísimo su último libro, el premiado con el Café Gijón Los nombres prestados), pero tenía pendiente la serie del exmarino y detective improvisado Eladio Monroy. Cuando el escritor canario murió de forma repentina a finales del pasado enero las leí todas del tirón, en apenas diez días. Me quedo con la primera, Tres funerales para Eladio Monroy (reeditada por Alrevés), y con la tristeza de que no pueda haber una nueva aventura. También fue una verdadera sorpresa la novela Tándem, de Maria Barbal, que recibió el Premio Josep Pla en 2021 y publicó Destino. Y, desde luego, Un dulce olor a muerte, de Guillermo Arriaga (con quien comparto segundo apellido), en la preciosa y sobria edición de Navona editorial, novela que fue llevada al cine en 1999 y que es bastante cinematográfica. De hecho, Arriaga es más guionista que novelista: Amores perros, 21 gramos, Babel…
De ficción traducida he leído muchísimo este año. Es una elección complicada, pero destaco El favor (Roca editorial), la última novela de John Verdon con el exdetective David Gurney como protagonista: una narración pausada, muy holmesiana, donde todo cuadra y nada desentona. Es la octava de la serie. También ocho libros lleva Jussi Adler-Olsen contándonos los casos del Departamento Q, con Carl Mørck a la cabeza. Este año leí cuatro novelas de la saga que publica la editorial Maeva para ponerme al día: me gustó especialmente Selfies, la séptima. Y he empezado a leer los casos de la serie del Distrito 87, publicados de manera esporádica (son más de cincuenta novelas) por RBA y escritos por Ed McBain. Llevo cuatro. Nadie escribe diálogos como él. La primera novela de la serie es Odio y ya hablé de ella en esta entrada. También he leído este año y disfruté muchísimo El día de la langosta (editorial Planeta), última novela de Nathanael West, que me recordó mucho a El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald, a la que tenía hacía tiempo entre ceja y ceja y que al fin pude leer. Por supuesto, no puedo dejar de hablar de la última novela de Stephen King, Holly (en Plaza Janés), una novela criminal escrita por el rey del terror, ni de la dupla El pasajero / Stella Maris (Random House), del también fallecido en 2023 Cormac McCarthy. Como decía, muchos libros buenos donde elegir.
En no ficción en español sobresale Una hojarasca de cadáveres, del periodista Mariano Sánchez Soler, una «crónica criminal de la España posfranquista», un recorrido por los casos que siguió el también novelista y poeta durante los años de plomo: los marqueses de Urquijo, la desaparición de El Nani, el asesinato de Yolanda González, el parricidio de la Dulce Neus… Varios de esos casos le han servido como base para sus novelas de ficción. Siempre hay que estar pendiente de lo que publica el bueno de Sánchez Soler. Muy bueno también fue el descubrimiento de Miguel Salas Díaz y su libro (En) plan lector (Plataforma editorial), un ensayo sobre la necesidad de que los adolescentes lean (y lean mucho). Cierro esta parte con Soror, de Patricia González Gutiérrez en Desperta Ferro ediciones, un ensayo sobre las mujeres en la antigüedad romana, haciendo hincapié en aquellas que, por no pertenecer a la familia imperial, perdieron su voz y casi su memoria. Ganas de empezar su siguiente obra: Cunnus, sobre el sexo en Roma.
En cuanto a la no ficción traducida, me quedo con el pequeño volumen que casi se lee como una nouvelle de misterio El affaire Armolfini, de Jean-Philippe Postel, en la editorial Acantilado. En este librito que no llega a las doscientos páginas se analiza hasta el último detalle el cuadro que Jan van Eyck pintó en 1434 con el «matrimonio Arnolfini» como elemento central: ¿quién fueron los retratados?, ¿qué los unía?, ¿qué pistas hay en esa habitación?, ¿qué esconde el espejo del fondo? Como decía, se lee como un relato de detectives. También he leído La llama inmortal de Stephen Crane, el voluminoso ensayo (unas mil páginas, en Seix Barral) que escribió Paul Auster sobre el malogrado autor de, entre otros, Maggie, La roja insignia del valor y decenas de relatos, un escritor norteamericano que murió a los 28 años y pareció vivir tres vidas: naufragios, corresponsal en guerras (la hispanocubana del 98, por ejemplo), amigo de Joseph Conrad y Henry James, poeta, perseguido por la policía de Nueva York, aclamado y odiado por la crítica a partes iguales… Un libro denso, pero que sirve bien de puerta de entrada a la obra de Crane. También disfruté mucho del ensayo Color y significado. Arte, ciencia y simbología (editorial Acantilado), de John Gage, una serie de miniensayos sobre cómo se ha entendido el color a lo largo de la historia del arte, con referencias a la ciencia, al mitología. Denso, mucho, pero muy interesante y profundo. Más ligeros en peso fueron las dos obras que leí este año de Nuccio Ordine, también fallecido: La utilidad de lo inútil y Clásicos para la vida.
Por último, no suelo leer mucha novela gráfica, así que todo lo que ha caído en mis manos este 2023 ha sido seleccionado y degustado con calma y admiración. Me ha encantado (es simplemente delicioso) Heartstopper (editorial Crossbooks), de Alice Oseman, que luego se plasmó de manera casi perfecta en la serie de Netflix. Una obra que, como dije en Twitter, bien podría ser lectura obligatoria en las aulas de secundaria, ahora que ya hemos desechado por completo la idea de una educación literaria basada en nuestros clásicos inmortales. También disfruté muchísimo de Into the deep (autoedición), cómic de Vicente Cifuentes (dibujo) y Carlos Samper (guion), basado en un relato de este último. Aquí es algo personal, porque conozco a Carlos y porque leí «En lo profundo del lago» cuando eran unas páginas de Word. Y de lo último que he leído este año no me puedo olvidar de la novela gráfica Hambre, de Martin Ernstsen, basada en la novela homónima de Knut Hamsun.
Para el año 2024 que comenzará en unos días me he propuesto, como siempre hago, leer unos 55 libros, algo más de uno por semana. ¡A por ello!