Tal vez no hayan oído hablar nunca de esa teoría en cuestión. La expuso un tal Stanley Milgram hacia los años 60 del siglo pasado y es la teoría científica que explicaría eso de que «el mundo es un pañuelo». Seguro que les ha pasado más de una vez: van en tren a Barbastro para visitar a unos tíos abuelos y a mitad del camino descubren que el compañero de asiento, el que está junto a la ventana, conoció en la mili al primo del vecino del cuarto. O que compraba el pan en el mismo sitio que tu primera novia del instituto. Y ahora no me digan que eso no les ha pasado alguna vez…
Más o menos, enunciaríamos la teoría de la siguiente manera: ENTRE TÚ Y CUALQUIER OTRA PERSONA DEL MUNDO HAY UN MÁXIMO DE SEIS PERSONAS. El número de personas se denomina «grado».
Por ejemplo, entre ustedes y yo hay un único grado (una persona que conocen que a su vez me conoce) o incluso ninguno (puede ser, y no es por tirarme flores, que muchos de ustedes ya me conozcan: tengan en cuenta que Novelda sí que es un pañuelo y que por esas casualidades de la vida podría ser el profesor de solfeo de sus hijos o nietos, un compañero más en la Banda o un amante nocturno, nunca se sabe).
¿Más ejemplos? Está bien. Entre Andrés Calamaro, el gran profeta del rock en español, y yo, solo hay un grado de separación: yo conozco a Regina Midorrojas, la emperatriz del tango argentino, y ella conoce a Andrés. Lo que no quiere decir que yo conozca a Andrés personalmente, sino que para tomar un mate con el maestro Calamaro solo tendría que hacer una llamada de teléfono… (Otra cosa es que Regina no me quiera dar el teléfono de Andresito, claro. Por favor… Regi…)
Esta teoría funciona para cualquier persona del mundo y con cualquier persona del mundo. Cualquiera. Sin excepción. ¿No se lo creen? Pues bueno, me da igual. Pero es así. Piensen en lo más raro… Incluso a esa persona que vive en Tokio o en La Algueña (no olviden que, a veces, desconocemos aquellos que tenemos más cerca) llegarán en un máximo de seis, una cadena de seis personas que se conocen como las ramificaciones de nuestro sistema circulatorio o las ramas de un sauce.
Pero, ¿qué pasa? ¿Siguen teniendo dudas? He dicho que pensaran en lo más raro… ¿Un indígena de la selva amazónica? Es complicado, pero me propongo llegar a él en menos de seis personas. Yo conozco a Isidro Córdoba, ex director del colegio Padre Dehon en Novelda y que actualmente es director del ESIC en alguna ciudad de Brasil; él, por su parte, conocerá seguramente a algún misionero en contacto con las tribus de allá. ¿Qué? ¿A que ya les pica la curiosidad? Pues bien. Sepan que tengo 2 grados de separación con el Rey D. Juan Carlos: yo conozco a Mariano Beltrá (vecino mío y líder local del PSOE), que conoce a José Luis Rodríguez Zapatero, que conoce al Rey. Y con la princesa de Noruega mi grado es 1, vía ex alcaldesa de Novelda, Mª Milagrosa Martínez, actual Consellera de Turisme.
Hagan como lo hagan, siempre funciona. Y nunca hay más de 6 grados.
Ahora bien, ¿qué ocurriría si intentáramos unir lazos con músicos de todos los tiempos? Pues vamos a ver qué pasa.
Por ejemplo, entre el compositor Ricardo Dorado y yo solo hay 1 grado: mi abuelo. En Valencia, en el regimiento Guadalajara’20, mi abuelo era alférez y el maestro Dorado, autor de la Suite alicantina, de la marcha de procesión Mater mea y de otras muchas obras, era comandante músico y director de la banda militar.
Con Óscar Esplá, vía Jesús Mula, tenemos todos los músicos el grado 1: el actual director de «La Artística» fue alumno de Esplá. Ya conocemos a alguien que conoció a Óscar Esplá.
¿A que hora ya no parece tan descabellado este artículo? Intenten buscar lazos… Dedíquense día y noche a encontrar a esas personas que les unen con Luciano Pavarotti, con Cristóbal Halffter, con Pau Casals, con Bebo Valdés o con quien sea.
Yo qué sé. Con… Maurice André, el genial trompetista. Yo conozco a Octavio Boyer, mi profesor de trompeta, que conoce a Leopoldo Vidal Estrems, el catedrático de trompeta del Conservatorio Superior de Valencia, y Leopoldo tocaba al lado de Maurice André en París.
El aspense Antonio Navarro, saxofonista en nuestra banda, tocó durante muchísimos años en las orquestas que acompañaban a Luis Aguilé y a otros muchos artistas. La lista es enorme. Pregúntenle y lo comprobarán.
O con Radinov, el gran violinista búlgaro. Él fue profesor de Tania Boneva y Tania ha sido profesora de violín, ya en España, de Vicent López, al que todos conocemos.
La verdad es que hay momentos en los que los lazos que nos unen a cualquier persona del mundo son brutal y sospechosamente casuales. Y piensen que con un único grado hemos llegado a personas que, hoy por hoy, ya no están entre nosotros, como son Ricardo Dorado y Óscar Esplá. ¿Qué pasaría si pensáramos en compositores tan importantes como Chopin o Bach? Seguramente nos tocaría llegar hasta el grado 6. ¿O tal vez no…?