Llevo todo un año sin asomarme a estas páginas. Un año de silencio en este espacio que tan gratamente ofrece el diario Información. Un año que ha dado para mucho. Ante todo, como proceso de escritura de una novela que se atasca. Y no por cuestión de bloqueo o exceso de trabajo, sino porque es difícil escribir sobre lo que tienes cerca, en tu propio pueblo, a apenas unos metros de distancia, más aún cuando se trata de un suceso tan desagradable como un crimen. La frase «inspirado en hechos reales» es, en ocasiones, una línea tan delgada que obliga al escribiente a ceñirse a lo palpable del caso (los sumarios judiciales, las noticias del periódico, los testimonios de quienes conocieron a los implicados…), pero que ofrece un amplio abanico de libertades para imaginar personajes, acciones, convicciones. El resultado parece estar cercano, sobre todo muchísimo más próximo de lo que estaba aquel primero de agosto en el que abría una página en blanco en el editor de textos y comenzaba a escribir.
Pero no he venido aquí a hablar de mi libro, más que nada porque ni siquiera existe. Les hablaba del silencio, del mío, que podríamos relacionar con otros silencios. Muchos de ellos exigidos; otros, acallados por otras voces. Durante este año les hubiera podido hablar del ascenso de Podemos, de cómo se diluye UPyD, condenada al olvido en un par de legislaturas por la testarudez de su lideresa. Podría haberles hablado de la jugada maestra de Ciudadanos, de cómo abre los brazos a todo aquel que quiera entrar, sin importar origen, condición o pensamiento. Del intento de lavado de imagen del PSOE a nivel nacional con la elección de Pedro Sánchez. Del quieto-parados-todos del PP, no vayan a decir o hacer algo que les perjudique (aún más) para unas municipales que se prevén moviditas. En mi Novelda natal, sin ir más lejos, se presentan, a fecha de hoy, seis partidos, y podrían ser siete si la marca blanca de Pablo Iglesias en la ciudad consigue quinientas firmas para ello. Se hacen llamar Sí se puede Novelda, pero de momento solo convencen a los suyos. De los primeros seguidores acérrimos ha surgido otro partido, Guanyem, más en la línea del Podemos original, y los que quedaron montaron Sí se puede, aunque todavía no han superado el discurso de la casta y el bipartidismo. Cuando uno se acerca a sus propuestas comprueba que son la invitación a no votarles. Hubo incluso un intento de organizar candidatura de Ciudadanos, pero fue reventada desde dentro y desde fuera. Para un pueblo de veintiséis mil habitantes (y cayendo) no está mal. Lo dicho: moviditas.
Ahora se llevan las columnas de contenido político. Todo el mundo tiene su opinión y necesita transmitirla, a veces para convencerse a sí mismo en una segunda lectura, a veces para justificar hechos pasados. Fíjense que podría haber hablado de mi paisana, otrora Presidenta de Les Corts, otrora Consellera de Turisme, pero hay quien ya no merece ni una coma.
Quienes sí merecen todas las páginas del mundo, todo nuestro recuerdo y lo que esté en nuestras manos son las doscientas niñas que siguen secuestradas en Nigeria por el grupo terrorista Boko Haram. Hace un año escribía sobre el asunto, y ahí cerré esta ventana mía a ustedes. Un año que se cumple el 14 de abril. Seguramente estarán muertas, tras ser violadas y vejadas día tras día hasta que alguien, el ser humano que esté al frente de esos bárbaros, decidió que ya estaba bien. O quizá murieron de hambre, porque no puedo imaginarme a esos hombres dando de comer y beber a esas chicas. No concibo tal nivel de humanidad en esos seres. Personas como usted y como yo, no lo olvidemos, hombres que alguna vez fueron niños y tuvieron la mirada límpida y la sonrisa sincera del que veía las cosas por primera vez. Seres humanos que, de repente, cegados por unas ideas que intentan llevar a cabo a través de la violencia, tratan de hacer prevalecer su verdad con el ruido de las armas y el sinsentido de sus actos.
Desde este lado del mundo, donde una noticia tapa a otra, las etiquetas en Twitter (#BringBackOurGirls) y las fotos en Instagram también se han silenciado. Un año después, no queda nada. Volvimos la vista a los atentados de París, a la tragedia aérea de los Alpes. Pero esas niñas siguen secuestradas. Aunque ya no estén, no olvidemos nunca que estuvieron; que, por desgracia, volverán otras niñas a ocupar su lugar. Porque aquellos que matarían literalmente por sus ideas no se detendrán cuando los de enfrente expongamos nuestro sentir democrático.
Eso es lo importante. Cuando vamos a la raíz del asunto, ni Podemos, ni Ciudadanos, ni nada; lo único que debería levantarnos del asiento y movilizarnos es que se atente contra los Derechos Humanos. Aquí o donde sea. Lo demás, como diría Hamlet, es silencio.