Sergio Mira Jordán

Mi barrio San Roque

Mi barrio San Roque
Agosto de 2005   REVISTA DEL BARRIO SAN ROQUE

Para mí, el barrio San Roque sigue manteniendo el color y la textura del primer día. Está claro que la fotografía ya no es en blanco y negro y que se ha llenado de gente y de sabores. Está claro que la grabación sonora que recoge las palabras de este barrio se ha ido colmando de nuevas palabras y sentimientos, de renovados modos de soñar. Sin embargo, por encima de todo, el barrio San Roque sigue perpetuando su mismo espíritu a través de los años.

Yo nací en la calle Emilio Castelar y actualmente vivo en la calle Alicante, justo en la frontera entre el barrio Centro y el barrio Sagrado Corazón, con esa sensación de no pertenecer a ningún sitio, de vivir alienado de todas partes: en medio del enorme barrio Centro que se pierde en la denominación y en medio de un Sagrado Corazón al que le falta la sombra de un fénix ante la mirada.

Nací en el ochenta y tres; por lo tanto, formo parte de esa temida generación X: crecimos sin PlayStation y sin casco para la bici. Fuimos la última generación que vivió en la calle. El primer recuerdo que tengo de las fiestas del barrio San Roque es un karaoke en la plaza Santa Teresa de Jornet, donde canté «Me huelen los pies», de Emilio Aragón, que trajo meses y meses de guasas por parte de mis amigos y compañeros de clase. Y eso podría ser perfectamente el año noventa y poco, el mismo año en que grabé en el Archy una versión de «Clavelitos», gracias a una promoción del whisky Clan Campbell, con una impresionante voz de pito que tardó demasiado tiempo en abandonarme (para bien o para mal, pero eso no viene al caso).

El barrio San Roque es el barrio de mi amigo Luis Navarro. Otro recuerdo de mi infancia es el olor a harina de la panadería de su padre.

Un dato para la Historia, aunque tal vez lo sea solo para mi historia: la primera vez que salí a desfilar con la Unión Musical «La Artística» fue un 16 de agosto de 1994. Once años recién cumplidos y una ilusión en el pecho. Desde entonces no he faltado a ninguna procesión de San Roque.

Y hasta hoy.

Para mí, este barrio significa el comienzo de la procesión de Ramos, la espera ante la iglesia, el calor. Para mí, es la amabilidad de la Comisión de Fiestas el día de Santa Cecilia, las ganas con las que todos los músicos entramos en la calle Ruperto Chapí (chapeau por la Comisión: siempre nos esperan con pastas, mistela, refrescos…). Para mí, es el olor a habas la noche de la procesión, la cena en casa de Octavio Boyer. Es el final de la procesión de la Subida de la Santa y el comienzo de la romería, un amanecer en la espalda y el inicio de un día en la playa. Para mí, el barrio San Roque será siempre el barrio de aquella chica del Poli que tenía un bañador beige y bajaba al pueblo en bicicleta «para que se lo secara el aire». El barrio es Pepe Velasco y yo tocando el timbre de su casa y él saliendo vestido de músico, con su saxo alto, y salir disparados a… yo qué sé, San Vicente, Almansa, Petrer…

Mi barrio San Roque, aunque no sea mi barrio, es el barrio de Novelda. Han cambiado las texturas, por supuesto. Lo que antes eran corbatas y sombreros ahora son vaqueros y mangas cortas. Lo que antes eran carros y caballos ahora son coches y motos. Pero el espíritu sigue siendo el mismo: un espíritu de barrio unido, de hacer siempre las cosas bien y de querer hacerlas por mucho tiempo. Que así sea.

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