Enseñar nuestra literatura

Hace unos días el diario digital Vozpópuli publicaba un artículo de David Souto Alcalde con el llamativo título de «¿Por qué el Gobierno de España ha desterrado a la Literatura española de la ESO?». Ni que decir tiene que ha escocido un poco entre cierto profesorado que enarbola una defensa a ultranza de la LOMLOE únicamente porque vino a derogar otra nefasta ley, la LOMCE.

Del artículo se ha criticado todo, desde el contenido (luego iremos a ello) hasta el firmante, pasando por el medio que lo publica. Han tildado a David Souto prácticamente de iletrado y de no saber de qué habla. El autor, que tiene unos pocos meses más que yo (generación 83), es doctor en Estudios Hispánicos por la New York University, profesor y poeta premiado. Iletrado, dicen.

Sin embargo, el autor sabe bien de lo que habla. Bastante bien. Por edad, ambos debimos estudiar en esa ahora tan denostada EGB, previa al BUP y el COU, en una ley que, vale, de acuerdo, la había firmado el dictador Francisco Franco, pero del que ya no quedaban ni los restos en esos primeros años 90. Vamos, que la foto que nos venden de esa época (pupitres alineados, castigos físicos continuos, listas de reyes godos y besos en el anillo del cura) es una falacia de manual.

En un artículo anterior de este blog ya hablé sobre las orientaciones metodológicas que el Ministerio de Educación publicó en diciembre de 1970 para la recién estrenada EGB de la nueva Ley de Educación, tan pero que tan similares a lo que buscaríamos hoy con la LOMLOE que podrían perfectamente ponerse en práctica ya mismo con el beneplácito y el aplauso del más acérrimo defensor de la norma actual. Entonces no existía un currículo como tal, con unos contenidos marcados para esos seis años que duraba la etapa, sino que se limitaba, muy a grandes rasgos, a alcanzar las destrezas básicas en comunicación lingüística. Y se conseguía (o esa era la idea) con unos libros de texto que estaban firmados, por ejemplo, nada más y nada menos que por Fernando Lázaro Carreter y Vicente Tusón Valls.

En bachillerato sí que había currículo. 1.º de BUP correspondería, por edad, al actual 3.º de ESO. La Orden de 22 de marzo de 1975 desarrollaba el Decreto 160/1975, que aprobó el Plan de Estudios del Bachillerato y regulaba el Curso de Orientación Universitaria. Más abajo está el documento, en cuyas páginas 4 a la 7 se encuentra la asignatura de Lengua y Literatura Española.

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Centrémonos unos minutos en leer el contenido de 2.º de BUP (equivalente a nuestro 4.º de ESO, con todas las diferencias que hay entre aquella etapa postobligatoria y esta de hoy obligatoria). Los estudiantes de entonces (yo hice 2.º de BUP en el curso 1998-1999, que no estamos hablando del Jurásico) estudiábamos:

textos pertenecientes a cada uno de los autores y obras siguientes: El Cantar de mio Cid, el arcipreste de Hita, El conde Lucanor, el romancero y la lírica tradicional, La Celestina, Garcilaso de la Vega, fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Lazarillo de Tormes, Cervantes, Góngora, Quevedo, Gracián, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Jovellanos, Moratín, Larra, Espronceda, Bécquer, Valera, Galdós, «Clarín», Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Valle-Inclán, «Azorín», Baroja, Antonio Machado, una selección de textos de la generación del 27, al menos cuatro textos de autores como Sénder, Cela, Delibes, Torrente Ballester, Buero Vallejo o Blas de Otero y tres textos al menos de autores como Borges, Miguel Ángel Asturias, César Vallejo o Neruda.

Además, todo ello puesto en un contexto internacional, como seguimos leyendo: «aportación del humanismo y de las formas poéticas italianas (Dante y Petrarca)», «significación de Shakespeare en el teatro universal», «interrelaciones del teatro español y el francés en el siglo XVII», «Goethe», «presencia de la narrativa europea» en textos realistas y naturalistas…

Al año siguiente, en 3.º de BUP, nuestro 1.º de bachillerato de hoy, se leía:

  • Una obra elegida entre las siguientes: Cantar de mio Cid, Milagros de Nuestra Señora, El libro de buen amor.
  • La Celestina y las Coplas de Jorge Manrique.
  • Una obra elegida entre las siguientes: Lazarillo de Tormes, El libro de la vida de Santa Teresa, De los nombres de Cristo de fray Luis de León.
  • Estudio especial del Quijote.
  • Estudio especial de una obra de Shakespeare.
  • Una obra elegida entre las siguientes: Fuenteovejuna, La vida es sueño, El condenado por desconfiado, El burlador de Sevilla, La verdad sospechosa.
  • Estudio especial de una obra de Molière.
  • Una obra elegida entre las siguientes: selección de textos de Feijóo o Jovellanos, Cartas marruecas de Cadalso, El sí de las niñas de Moratín.
  • Una obra elegida entre las siguientes: artículos de Larra, El estudiante de Salamanca de Espronceda, Rimas de Bécquer, un drama romántico (Traidor, inconfeso y mártir, Don Álvaro o la fuerza del sino).
  • Una obra elegida entre las siguientes: Miau, Fortunata y Jacinta, Torquemada, de Galdós; La Regenta, de Clarín.
  • Estudio especial de Crimen y castigo o Los hermanos Karamazov, de Dostoievski.

De nuevo, una mezcla de clásicos españoles y clásicos universales.

Vayamos por fin con el artículo de David Souto. Se apreciará que cita muchas veces a Guadalupe Jover, una de las redactoras del currículo de Lengua Castellana y Literatura, que, si bien no modifica mucho el estudio de la lengua (no se puede inventar la pólvora, aunque se procura desterrar el tradicional análisis sintáctico para dar cabida a la reflexión sintáctica), sí introduce la gran novedad de los itinerarios temáticos (las «constelaciones literarias») en el estudio de la literatura. Es curioso —o sospechoso, más bien— que las poquísimas referencias que existen en español sobre el concepto sean precisamente de la profesora Guadalupe Jover. Ya hablé aquí sobre el concepto de constelaciones literarias y aquí sobre las dificultades que implicaba su puesta en práctica. Repito lo que ya he dicho por activa y por pasiva: la LOMLOE tendrá muy buenas intenciones, pero es inviable. El otro día se me ocurrió en Twitter (ahora X, mañana Elon Musk sabrá) el siguiente símil:

En el texto de Vozpópuli se citan palabras de la profesora Guadalupe Jover, sacadas mayormente del artículo de El Confidencial firmado por Héctor García Barnés. Por ejemplo: «hay que atender al nuevo contexto social» y «abrir un canon cerrado y rígido» que incorpore «voces de mujeres y obras procedentes de contextos culturales no occidentales». La LOMLOE lo pone claramente en la competencia específica número 8 de secundaria:

Leer, interpretar y valorar obras o fragmentos literarios del patrimonio nacional y universal, utilizando un metalenguaje específico y movilizando la experiencia biográfica y los conocimientos literarios y culturales que permiten establecer vínculos entre textos diversos y con otras manifestaciones artísticas, para conformar un mapa cultural, para ensanchar las posibilidades de disfrute de la literatura y para crear textos de intención literaria.

Muchas críticas a Souto Alcalde iban por ahí. La ley permite leer, interpretar y valorar obras o fragmentos del patrimonio nacional y universal, pero es lo que venía haciéndose ya, como se ha visto en la norma aprobada en 1970. Ahora, sin embargo, y se puede leer en el desarrollo curricular de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura en la comunidad autónoma de Canarias, introduciendo el concepto de «literatura juvenil», como si el Lazarillo, las Coplas, Adiós, cordera o los poemas de Bécquer no fueran literatura juvenil. Es lo que llama el autor del artículo un «golpe de estado educativo-literario». Y vuelve a las palabras de Guadalupe Jover:

El canon tuvo su razón de ser en el s. XIX, en que la función encomendada a la literatura era la de forjar una conciencia nacional en la ciudadanía, pero ya no en el s. XXI, en que los objetivos de la educación literaria son otros.

Como bien dice David Souto, es un relato falso. Y vale que la LOMLOE no prohíbe que los chavales lean fragmentos del Cid, pero en el fondo no se quiere que se lean fragmentos del Cid. Se persiguen otros objetivos; entre ellos, me parece a mí, la asunción de un sentimiento de culpa constante ante la literatura clásica en general y la española o la escrita en español en particular. Que no ofenda a nadie, que tenga un lenguaje inclusivo, que transmita valores democráticos. Hay libros actuales (de esa literatura juvenil que se escribe ad hoc) que lo cumplen a rajatabla, pero no me negarán que encontramos todo eso y más en Fuenteovejuna. Otro problema es partir de la premisa de que al estudiante de secundaria no le va a gustar la literatura clásica y el teatro en verso, que le va a resultar aburrido, que está muy lejos de sus intereses… La función de la enseñanza obligatoria debería ser, en lo que respecta a la literatura (y después de lograr el objetivo del hábito lector en primaria, que ese es otro tema), conocer los clásicos de nuestra literatura. ¿Cuándo, si no, van a poder conocer y leer La Celestina, las Coplas a la muerte de su padre, las Rimas de Bécquer o El sí de las niñas?

Muchas veces, para no creer que uno se está volviendo loco o es un reaccionario, profesaurio, facha y opresor de la tiza, se hace necesario ver lo que están haciendo nuestros vecinos europeos. Una simple búsqueda en internet nos da la respuesta. En Italia, en Inglaterra, en Francia…, países con una importante tradición literaria, ¿introducirán en sus clases de lengua italiana, inglesa o francesa a estudiantes italianos, ingleses o franceses obras que no sean de la tradición italiana, inglesa o francesa? Obviamente, no. Y tampoco en Alemania. Y tampoco en Japón. Y tampoco en EE.UU.

Ellos lo tienen claro. No convierten sus clases de lengua y literatura [poner aquí el adjetivo que corresponda] en una suerte de Literatura Universal descafeinada. Porque esa es otra: no puedes dar literatura universal (¿mundial, mejor?) porque si te centras en los hitos sobre los que se basa nuestra cultura (Homero, Hesíodo, Esquilo, Sófocles, Virgilio, Ovidio…) resulta que eres androcentrista y eurocéntrico. ¿Y qué podemos hacer? ¿Rebuscar donde no hay para encontrar una autora de tragedias griegas del siglo V a. C.? ¿Dar mitología azteca? ¿Lo que tuve que hacer yo hace unos años para introducir la perspectiva de género en Literatura Universal: poner Antígona en vez de Edipo rey, que está mucho mejor, palabra de Aristóteles? Es un sinsentido.

Atendamos al siguiente ejemplo. El del liceo francés Bréquigny, etapa esta —el lycée— equivalente a nuestro bachillerato. En una comunicación orientativa a los futuros estudiantes recomiendan leer una obra por sección de entre las siguiente antes de empezar el curso.

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El 99 % son de autoras y autores franceses. Evidentemente, allí no hay una LOMLOE que exija abrir el canon a autores traducidos, a escritores de otros lugares que no sean la francofonía, no hay un sentimiento de culpa por leer textos clásicos. Aquí, por lo visto, estamos a otro nivel. Uno mucho más bajo, desde luego.

Comentarios

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