Currículo de Lengua Castellana: se confirma la barbarie… ¿o quizá no tanto?

Hace unos meses ya escribí en este mismo blog mis opiniones acerca de la asignatura de la Lengua Castellana y Literatura cuando se publicó en el BOE la ordenación del currículo de secundaria. A finales de julio (¡por fin!), al límite del comienzo de las vacaciones del profesorado, la conserjería de Educación de Canarias tuvo a bien publicar la concreción del currículo (aún en borrador) de las asignaturas de ESO y bachillerato. Aprovechando las vacaciones (mal hecho por mi parte; para que digan que los profesores no hacemos nada), los he leído, subrayado y, tras devolver las cejas a su lugar natural, he escrito estas líneas.

Obviamente, era lógico que no iba a cambiar demasiado y se ciñe a lo expresado en el BOE, así que el estupor continúa. Si en la parte de lengua, la asignatura queda como ya estaba (aunque con matices), es en la parte de literatura donde se aprecian los cambios más graves, relegando el estudio de la literatura española a bachillerato, por lo que la etapa secundaria queda para la consolidación del hábito lector (en la introducción se lee «fomento», una errata, en cualquier caso), algo que creo que ya tendría que estar superado al empezar la etapa, pues para eso está la primaria, para consolidar el hábito lector. Sin embargo, Lengua Castellana y Literatura de la ESO está ahora para consolidar ese hábito lector, retrasando ese objetivo otros cuatro años más, lo que provocará —ya lo estaba haciendo la LOMCE— analfabetos funcionales que podrán lanzarse al mundo laboral con 16 años sabiendo poco o nada sobre don Quijote de la Mancha o Pérez Galdós. Y eso que estamos en Canarias.

Eso sí, habrán leído mucha literatura juvenil actual y del «patrimonio de la literatura universal», organizada por itinerarios temáticos y de género. Ya expusimos en el artículo del blog que enlazo al principio de esta entrada la complicación de todo esto.

Imaginemos: llega el 1 de septiembre. Los profesores aterrizan en al centro. Pero todos no, porque algunos interinos comenzarán el 3 o el 4. En esos primeros días de toma de contacto, elección de horarios, grupos y asignaturas poco se puede hacer. Quizá hacia el 5 ya se tengan los horarios (siendo muy pero que muy optimistas). Entonces, con apenas cinco días o menos antes de que empiecen las clases, te reúnes con tus compañeros de nivel para elegir las lecturas de los distintos trimestres. Hasta ahora, era algo sencillo. Hay libros que son joyas del departamento, los que siempre funcionan, esos que no vale la pena tocar porque ya sabemos que hay fondo en la biblioteca, se pueden pedir a las editoriales y provocan buena respuesta. Los dinosaurios editoriales, narraciones breves o muy breves sobre conflictos adolescentes, problemas sociales y crisis familiares, narrados con una prosa facilona, un vocabulario sencillo y unas tramas que se ven venir desde la portada. Aun así, era cómodo o fácil escoger tres libros (como máximo cuatro, que se nos enfadan los chavales). Ahora, el currículo exige organizar las lecturas por itinerarios, por constelaciones o como se quiera llamar. Y surgen las dudas:

¿Cómo ponerse de acuerdo en el tema a tratar? Y lo más difícil, ¿todo el curso se organiza en torno a un mismo itinerario? ¿Y con solo tres o cuatro obras?

Como ya dije en aquella entrada, este currículo parece escrito para lectores habituales, algo que, por desgracia, no predomina en nuestras aulas y en lo que tampoco creen los redactores del currículo, puesto que piden fomentar o consolidar el hábito lector. El diseño de un buen itinerario supondría la elección de, al menos, dos lecturas por trimestre y un número suficientemente amplio de fragmentos. Ojalá fuera así. No obstante, ya estoy casi escuchando las quejas y casi leyendo los correos electrónicos de las familias… Los ideólogos del currículo lo saben. Fíjense en esta propuesta sobre un itinerario lector dirigido a 2.º de ESO con «El castigo» como tema:


Solo una lectura íntegra (La dama del alba, obra de teatro de Alejandro Casona). El resto, suponemos, pues no se indica, son lecturas fragmentadas o recomendaciones. Tampoco se especifica si se plantea este itinerario para todo un curso (me parecería excesivamente breve) o para un trimestre. En cualquier caso, parece que se pretenda que el alumnado pique de aquí y de allá, sepa un poquito de todo y no profundice en nada.

Otro asunto que también se trató en aquella entrada es la referencia a la literatura universal. ¿Por qué tenemos que recurrir a obras traducidas en clase de Lengua Castellana? ¿Por qué no leer el Lazarillo, el Buscón, Fuenteovejuna…? ¿Porque son obras difíciles? ¿Porque el lenguaje es arcaico? ¿O es porque queremos igualar por abajo? La respuesta está flotando en el viento, como diría aquel. Y no es que no me guste que adolescentes de 2.º de ESO conozcan la Teogonía de Hesíodo o Las mil y una noches, ni mucho menos (cuanto más sepan, mejor que mejor) sino que les estamos robando la oportunidad de conocer los clásicos en español para meterles un batiburrillo de lecturas juveniles y fragmentos de obras universales que habrá que contextualizar. ¿Qué tenía de malo el estudio cronológico de la literatura española? Nadie me lo ha podido decir todavía.

Pero no está todo perdido. Para evitar la problemática a la hora de elegir obras, itinerarios y demás, dice el currículo de Canarias:

Carece de sentido en una materia eminentemente procedimental e instrumental, cuyo punto de partida es la lengua con la que el alumnado ya se comunica, asignar de manera compartimentada unos saberes a cada nivel. Será el profesorado quien, en el ejercicio de su autonomía docente, estructure su concreción para cada grupo de alumnado.

¡Vuelven los reinos de taifas! De acuerdo con el currículo, no es preciso que todos los profesores de 1.º o de 3.º de ESO pongan en común sus lecturas o el nivel de profundidad que se pretende en los saberes básicos que veremos más adelante. Podrán hacer uso de su autonomía docente y, en consecuencia, puede que 1.º ESO B tenga un itinerario lector anual de tres libros bajo el epígrafe «La pobreza» y 1.º ESO D esté leyendo siete libros sobre «La mujer». A mí esto me puede parecer hasta bien, y de hecho me lo parece, pero provoca unas diferencias abismales entre chavales del mismo nivel, sobre todo cuando pasen de curso, se mezclen con otra clase y esas diferencias sean más evidentes.

El currículo de Lengua Castellana y Literatura se divide en diez competencias específicas y diecinueve criterios de evaluación:

  1. Diversidad lingüística. Estudio de las variedades del español (incidiendo en la canaria), incluyendo también la variedad lingüística de la clase o del centro, todo ello para combatir prejuicios y estereotipos.
  2. Comprensión oral. De textos variados en su formato y su tipología y de distintos ámbitos.
  3. Expresión oral. No se menciona expresamente, aunque habría de trabajarse, claro está, la oratoria y la retórica, algo fundamental.
  4. Comprensión lectora. Igualmente, se exige la variedad textual, incluyendo los de carácter multimodal e hipertextual.
  5. Expresión escrita. En diferentes soportes y formatos. Surge una duda: ¿qué hacemos con aquellos alumnos que no dispongan de tabletas electrónicas?). Por otro lado, es el único criterio que menciona «el uso ortográfico consciente y adecuado».
  6. Selección de información. Contrastar fuentes, valorar su calidad, respetar la propiedad intelectual…
  7. Consolidación del hábito lector. Como se ha dicho, ya debería estar consolidado al terminar 6º de primaria.
  8. Interpretación de textos literarios. Únicamente aquí, aunque se pierde luego en los saberes básicos de cada curso, se menciona «obras representativas de la literatura española y universal», todo ello «a través de itinerarios temáticos o de género».
  9. Reflexión sobre la gramática. Se pide que sea transversal todo el curso y no algo aparte, por lo que ya no habrá un tema sobre análisis de oraciones simples, sino que se trabajará a lo largo del curso, aunque en algún momento se habrá de impartir la teoría.
  10. Convivencia positiva a través de la lengua. Un criterio también transversal, que pide «identificar y desterrar los usos discriminatorios y manipuladores del lenguaje», algo fundamental y que ya se estaba haciendo, aunque como criterio propio parece demasiado vacuo.

Respecto a los saberes básicos, para 1º ESO son los siguientes, agrupados en los cuatro bloques de aprendizaje:

Bloque I. La lengua y sus hablantes

Bloque II. Comunicación

Bloque III. Educación literaria

En los restantes cursos, y hasta 4.º de ESO, se va profundizando en la dificultad de esos conceptos. Donde en primero se pide identificación o reconocimiento, en cursos más avanzados se demanda análisis. Algo lógico, por otro lado, aunque recordemos que los artífices de este currículo se quejaban de que el alumnado estaba viendo los mismos contenidos año tras año. Tranquilos, seguirán haciendo. O no, porque dependerá del profesor que les toque.

Asimismo, y como se ve, de esos saberes básicos pueden salir perfectamente nuestras situaciones de aprendizaje y nuestros contenidos y actividades.

Por último, y a pesar de esa pretendida autonomía docente que cita el currículo, parece que toda libertad termina cuando empieza la sección de «orientaciones metodológicas»: aprendizaje basado en proyectos, cooperativo… Como llegan a sentenciar: «es imprescindible seguir los principios del Diseño Universal de Aprendizaje», lo que da para otra entrada, desde luego. Avanzo que no estoy de acuerdo con que se imponga una metodología específica por ley, más que nada porque el profesor ha de saber a qué metodología acudir o cuál emplear según lo que pretenda conseguir de su alumnado.

Empezamos, creo yo, la casa por el tejado. Y, al final, como siempre, los perjudicados son quienes tendrían que ser los principales beneficiarios del sistema educativo: los alumnos.

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