El fenómeno Blackwater

Esta semana ha aparecido el último volumen de la saga Blackwater, escrita por Michael McDowell y publicada en España por la editorial BlackieBlooks. Todo un fenómeno editorial que ha durado más de dos meses (el primero de los seis libros salió en febrero) y que ha situado todos los ejemplares en la lista semanal de los más vendidos.

Pero ¿qué hay detrás de Blackwater? Es decir, ¿su éxito tiene merecimiento literario o todos los visos de una campaña de marketing bien orquestada?

A mi entender —que es el mío solo—, algo de lo primero y mucho de lo segundo.

En primer lugar, la saga viene «avalada» por el sello Stephen King (algo sencillo, porque el superventas se prodiga demasiado llamando genio y maestro a cualquiera en la faja de un libro). Recordemos que McDowell, amigo personal de los King, falleció en 1999, y Tabitha King terminó su novela póstuma, Candles Burning. Su corta vida —McDowell murió a los cuarenta y nueve años— dio para mucho: casi una veintena de obras (entre ellas la saga Blackwater que ahora nos ocupa, publicada por entregas en 1983), dos guiones para Tim Burton (Beetlejuice, espléndida) y el guion de Maleficio, basada en la novela homónima de Stephen King.

Blackwater, que es la historia de la familia Caskey de Perdido (un pueblo ficticio de Alabama, aunque existe un Perdido en Alabama), sucede entre 1919 y 1970. En las novelas, todas ellas precedidas del cambiante mapa de la ciudad y de un árbol genealógico siempre creciente, seguimos la pista de varios personajes (los principales, las mujeres de la familia), sus luchas y sus victorias, sus derrotas, sus idas y venidas tanto en lo amoroso como en lo económico, pero el foco lo tenemos en Elinor, quien, cuando tuvo lugar la gran inundación con la que empieza el primer libro, «La riada», fue rescatada de la habitación del hotel anegado con solo una maleta. Pronto se casará con Oscar Caskey, para desgracia de su madre, Mary-Love, y pronto también descubriremos lo que ya nos olíamos desde hace un rato: Elinor es una criatura que viene del río, una especie de mujer-anfibio capaz de lo mejor y lo peor. La saga, a lo largo de los seis libros, va sembrando de misterios, dosis de sangrienta venganza y ágiles diálogos la evolución de la familia y sus relaciones, pero a veces uno tiene la sensación de que todo sucede muy deprisa, de que en una sola línea pasan tres o cuatro años, y lo contrario: de que la narración se estanca. Aun así, la trama fluye de maravilla, algo que sin duda viene motivado por la brevedad de los libros: 272 páginas en la edición de BlackieBooks, en tamaño de bolsillo, pero de bolsillo auténtico. He leído toda la saga en la edición digital gracias a Nextory y cuando vi un ejemplar en la librería me sorprendí por su tamaño. Hasta aquí los méritos literarios de Blackwater: Michael McDowell escribe muy bien, construye de forma excelente la intriga y, aunque algunas cartas se dejan ver muy pronto, el hecho de que el autor planteara la publicación por entregas resuelve cualquier problema.

En segundo lugar, decía que Blackwater tiene detrás una campaña de marketing perfecta. El primer paso lo dio su autor, obligando en 1983 a la publicación por entregas. Esta misma historia, publicada en un solo volumen de 1600 páginas no habría vendido prácticamente nada. En España, además, viene avalada por el sello BlackieBooks, que es sinónimo de calidad editorial: buenas portadas (aquí, las seis son obra de Pedro Oyarbide: una auténtica maravilla), cuidada encuadernación, papel y tipografía óptimos. En ocasiones la cosa se queda en el exterior. Y ahí tenemos, por ejemplo, las ediciones de la colección Clásicos Liberados, cuyo contenido (el Quijote mutilado, traducciones de traducciones de la Ilíada y la Odisea) deja bastante que desear.

Pero en esta ocasión el contenido prometía, así que BlackieBooks puso toda la carne en el asador y arriesgó con esta saga, ajustando el precio lo máximo (9,90 € cada libro), creando miniobras de arte con las portadas y, sobre todo y generando una expectación en redes sociales y foros pocas veces antes vista. Enhorabuena en ese sentido. Tal como está el mercado editorial y el mundo del libro, es de aplaudir que exista gente (mucha gente, de hecho) que haya pagado casi sesenta euros por tener la saga completa en papel, algo que estoy convencido de que no hubiera pasado de haberse publicado en un único volumen de más de mil quinientas páginas.

Espero que no se quede ahí la cosa. Porque Michael McDowell tenía algo de visionario. La saga Blackwater parece perfecta para una serie de seis temporadas como seis libros con sus ocho preceptivos capítulos y una cantidad ingente de personajes recurrentes (actores nuevos a los que aupar) y personajes secundarios (famosos a los que acudir). HBO, Netflix, Amazon, Disney, Apple o cualquier otra plataforma debería estar poniéndose ya manos a la obra. Lo agradeceríamos.

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