Igual que hice el año pasado, ahora que 2024 se nos escapa de los dedos paso a revisar lo mejor que ha caído por mis manos en cuanto a libros. Si bien GoodReads me indica 86 libros, en realidad han sido 88, pues hay dos que no estaban en esa red social ni tuve tiempo o ganas de incluirlos. Así que, en total, 88 títulos y más de veintisiete mil páginas. Mi propósito siempre es leer más de 50 libros al año, al menos uno a la semana, aunque depende de muchas cosas; sobre todo, del tiempo que disponga para escribir. Los que me sigan sabrán que este año he publicado mi última novela, La sombra del océano, así que ha habido muchas horas de corrección y revisión del manuscrito final. Igualmente, he escrito otro volumen de la saga Juárez-Calderín y he planteado algunas partes más del arco narrativo, y eso supone muchas horas de documentación. Con todo, la cosecha anual de lecturas ha sido muy buena y elegir lo mejor del año es, como siempre, tarea ardua.
Tal como hice hace un año, clasificaré las lecturas por género: ficción en español, ficción traducida, no ficción en español, no ficción traducida, novela gráfica y poesía.
Empiezo por poesía. No he leído mucha poesía este año, tan solo dos libros, pero destaco esta recopilación de los poemas de Luis García Montero dedicados a Almudena Grandes. Toda una historia de amor en palabras. El otro libro de poesía que leí, la antología Las Sinsombrero y un nuevo 27, en la editorial Alba, no me convenció nada. Está claro que una antología es la visión personal del recopilador (en este caso, compiladora), pero la Generación del 27 no puede reinventarse. Sumar autores, los que se quieran, pero quitar por quitar, pues no. Y, además, las autoras y autores añadidos… pues en muchos casos entran con calzador.
Sobre ficción en español, este año ha sido el del detective Heredia, del chileno Ramón Díaz Eterovic. Han caído las primeras diez novelas de la saga (creo que me faltan más de la mitad), pero me quedo con Nunca enamores a un forastero, libro que traslada el argumento a Punta Arenas, al sur del país, abandonando el Santiago capitalino de todas las demás. También me gustó mucho La última alferza, de mi paisano Luis María Vieito, una novela de corte histórico (ambientada en los años posteriores a la Guerra Civil española) y con un trasfondo de ajedrez que se lee en un pispás. También se lee deprisa y se disfruta mucho la última novela de Carmen Nieto, Gambuesa, una novela con restricciones que demuestra que se puede escribir una trama negra quitando una letra del abecedario. Aunque para eso hay que dominar el arte de la escritura, algo que Carmen hace a la perfección.
De ficción traducida, como cada año, he leído muchísimo (perfectamente, alrededor del 65 %), así que es difícil quedarse con la mejor lectura, máxime cuando ha caído la última de Chuck Palahniuk (La invención del sonido: novelón), lo último de Paul Auster (Baumgartner: el mejor testamento), las seis novelitas de la saga Blackwater de Michael McDowell, las dos de S. A. Cosby (Maldito asfalto y Lágrimas como navajas: todo un descubrimiento, vaya forma de narrar, locurón), varias más del Distrito 87, novelas policiacas de Ed McBain, o la última de la serie Camino Island de John Grisham, Isla maldita. Me gustó mucho también la trilogía Talión, de J. K. Franko, Ojo por ojo, Diente por diente, Vida por vida, tres thrillers que se leen en un suspiro y que termina con esa satisfacción de que todo cuadre y ninguna pieza del puzle se desmorone. Pero me tengo que quedar con una. Y el corazoncito mi tira. Se publicó la última novela de Richard Ford, Sé mía, con el entrañable personaje de Frank Bascombe. Aprovechando que salía releí toda la serie, empezando por El periodista deportivo. Muy buenos todos.
En no ficción en español han caído varios ensayos educativos y algunos de escritura. Por encima de todos ellos esta Escuela o barbarie, de Carlos Fernández Liria, Olga García Fernández y Enrique Galindo Fernández. De los dos últimos autores también ha sido muy agradable leer Aprendizaje Basado en Proyectos: un aprendizaje basura para el proletariado. Y lo último de Andreu Navarra, Volver a aprender, al que siempre es un placer leer.
En cuanto a la no ficción traducida, destaco por encima de todo lo leído el ensayo Los desheredados, de François-Xavier Bellamy, cuyo subtítulo, «por qué es urgente transmitir la cultura», ya es un indicio de lo que vamos a encontrarnos. También ha sido muy interesante acercarme a Monstruos, de Claire Dederer, sobre la cultura de la cancelación que arrasa con todo en este siglo XXI.
Por último, en cuanto a novela gráfica, lo mejor ha sido Todas las princesas mueren después de medianoche, de Quentin Zuttion. Una delicia.
El año que viene más y mejor.
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