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Escribir a partir del final

Estoy acabando Misery, una de esas novelas de Stephen King a las que tenía echado el ojo desde hace tiempo. Sea porque han leído el libro o porque han visto la película (enorme Kathie Bates en el papel de la desquiciada Annie Wilkes, por cierto, única película basada en la obra de King en ganar un premio Óscar), el argumento es conocido: la enfermera Annie Wilkes rescata de un accidente de coche al famoso escritor Paul Sheldon, autor de bestsellers románticos, y lo recluye en su casa para que escriba una novela más del personaje Misery, lo que supone, siguiendo la estela de Arthur Conan Doyle, devolverla a la vida, ya que Sheldon, cansado de su personaje como lo estaba el escocés de su Sherlock Holmes, la mató en su última novela publicada. De hecho, la redención del escritor pasa por quemar el borrador de su siguiente novela, Automóviles veloces, que iba a suponer el aterrizaje a un tipo de novela más «serio».

En el capítulo 19 de la tercera parte me topé con esta reflexión, palabras de Paul Sheldon a su secuestradora:

Y nada más leer esas palabras me puse a pensar en cómo escribo yo. Por lo general, aunque diría que en un 95 % de los casos, siempre que empiezo a escribir una novela sé cómo va a terminar. Es más, puede que pensar el clímax sea lo segundo que pienso cuando planifico una novela.

Porque esa es otra: las novelas se planifican. Habrá gente que se siente a escribir y, en un alarde de vomitona creativa, llene páginas y páginas de descripción, narración y diálogo y luego todo, como por arte de magia, cuadre y solo necesite algunas correcciones nimias y vaya directo a la imprenta. Pero yo no funciono así. Yo pienso y repienso la trama, los personajes, el orden, la voz, la estructura… Y el final, desde luego.

Quizá es posible que después, una vez que estoy escribiendo, encuentre otra forma de llegar a ese final porque hay un personaje secundario que gana peso o porque entiendo que hay otra manera más lógica que no pensé durante la planificación, pero trato de hacer memoria y nunca he variado el final que tenía preconcebido de ninguna de mis historias.

No es cuestión, como dice Paul Sheldon, de acertar con un misil en una canasta de baloncesto que está al otro lado del mundo. Es simplemente pensar las historias antes de sentarse a escribirlas.

Publicado enEscritura

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