Hace tiempo hablé de La historia de mi máquina de escribir, un librito genial de Paul Auster. En aquella entrada rememoré mis años adolescentes iniciándome en las letras. Antes de eso, obviamente, escribía a mano. Cuentos, sobre todo, reinvenciones de otros relatos, continuaciones de películas o capítulos de series. Recuerdo, por ejemplo, que, en una de esas tardes larguísimas que se abrían después del colegio, me decidí a escribir el guion de un episodio de Los Simpson. Era «La
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Nunca he tenido una máquina de escribir en el sentido más posesivo de la palabra. Sí he trabajado con alguna, pero solo de esa forma romántica en la que un adolescente se sienta a acariciar las teclas pensando que lo que resulte de ahí tiene valor por sí mismo. Por inspiración divina de ese perpetuo clac-clac-clac-clinc. Mi abuelo tenía una vieja máquina de escribir, negra, un armatoste en una mesa auxiliar de su despacho de médico con la que
Con motivo de la presentación en Novelda (Alicante) de mi última novela, Bajo las piedras, el periódico local Novelda Digital me hizo una entrevista, que publicaron en la edición impresa del mes de mayo de 2018. Aquí os dejo la página y, más abajo, la transcripción de la entrevista. Sirvan también estas líneas para, de nuevo, agradecer al director del diario, Antonio Ayala, y al periodista Antonio Lorente, por hacerse eco de la publicación de la novela, inspirada en un crimen real que
Uno de los aspectos más complicados a la hora de escribir una novela es no caer en una peligrosa falta de verosimilitud. No es nada nuevo; Aristóteles, en su Poética, ya nos lo advirtió. Quienes escribimos novela negra lo tenemos más difícil, si cabe, porque lo que inventamos tiene que ser de algún modo creíble. Al menos, en lo que atañe a las técnicas policiales, el lenguaje de los abogados y de los jueces, el de los criminales, el argot
Servidor siempre ha estado en contra de la censura, sobre todo la que viene de arriba y coarta las libertades básicas de expresión y opinión de las personas, y más concretamente de los artistas. La semana pasada acabé de leer, en el marco de un verano casi plenamente borgiano (el volumen que recientemente han publicado la RAE y las Academias de la Lengua Española es, como indica el mismo título, «esencial») un libro que recoge textos de Jorge Luis
Supongo que habrán oído la noticia de esa discográfica estadounidense cuyo productor no quiere publicar a jóvenes talentos ni arriesgar su dinero en grupos surgidos en bares, al amparo de la noche, como la banda sonora de unos besos robados regados con alcohol. Desde hace años, y ya que la discográfica es suya, solo edita discos con versiones de rock de los 60 o grunge de los 90. Y le va bien, tan bien que otras discográficas han decidido