Ayer iniciaba la semana con el enésimo artículo sobre la presencia de la «tecnología» en las aulas. Dejo a continuación la página de El País con el texto:

Compartí el artículo en mi cuenta de X y por la noche tenía treinta y dos mil visualizaciones, casi cuatrocientos me gusta, había sido reposteado más de ciento cincuenta veces… El asunto interesa, pues.
Nótese que he escrito tecnología entre comillas. Si recurrimos al DRAE, veremos que su definición es demasiado amplia. De hecho, como apuntaba Genn (a respuesta de Borja Marcos) en esa misma red social, «tecnología es un lápiz».
En efecto, hablamos de dispositivos electrónicos. De ahí el título de esta entrada. La tecnología tiene que estar presente en las aulas: lápices, bolígrafos, libros, cuadernos… y también, me atrevería a decir, pero sin ser el elemento alrededor del cual circunde todo lo demás, el ordenador. De nuevo, nótese que he eliminado de la ecuación teléfonos móviles y tabletas digitales. Y no pensemos en ordenadores de sobremesa solamente, claro. Cuando digo ordenador me estoy refiriendo a un chromebook o un portátil.
Escribo desde Canarias, donde soy profesor en un instituto que tiene elegida la modalidad tecnológica como ayuda para aquellas familias vulnerables. Y, evidentemente, la elección del tipo de ayuda vincula u obliga a trabajar de esa forma a todo el centro. No sería lógico que se elija la modalidad «libros de texto» (esto es, que se reciba un dinero para comprar libros físicos) y luego el centro trabaje con tabletas. Porque ese alumnado beneficiario de la ayuda recibiría libros físicos, pero luego tendría que comprarse una tableta. ¿A santo de qué?
Hay cuatro posibles elecciones en esa ayuda: libro físico, material reutilizable (fotocopias), dispositivo electrónico y dispositivo electrónico con licencias digitales de libros. No hay más y, como mencionaba en el párrafo anterior, es difícil que se pueda mezclar sin generar problemas a algunas familias, y siempre las más vulnerables.
En mi instituto llevamos un par de semanas con el debate sobre si tabletas sí o tabletas no desde que llegó al correo del centro un mensaje recordándonos que, una vez pasados cinco años desde la última decisión, teníamos hasta final de mayo para cambiar de modalidad o seguir con la misma. ¡Hasta final de mayo!
La Consejería sí que sabe crear tensión. Ya decía Chuck Palahniuk: si ves que se te cae en algún momento la trama, introduce un reloj. Pues introducido. Y menuda cuenta atrás. En todos los corrillos del centro, oficiales o no (CCP, pasillos, cafetería, grupos de WhatsApp…), se habla del tema. Y cada lunes de CCP se pospone la elección. El tiempo se nos viene encima.
Ayer les compartí el artículo de El País, que viene a corroborar algo que todos sospechábamos y muchos temíamos cuando los móviles o las tabletas electrónicas aterrizaron en las aulas, primero como innovación, y, tras la pandemia, como elemento (casi) único.
Desterrados los teléfonos móviles (Canarias legisló el año pasado sobre ello), el siguiente dispositivo que tiene que desaparecer es la tablet: es un elemento de distracción constante (llegan notificaciones, aplicaciones de mensajería instaladas, juegos, cámara…) y, por otro lado, ¿qué necesidad tenemos los profesores de poner a los chavales ante una pantalla seis horas al día cuando fuera del centro se pasarán otras diez o más? Me dirán que para eso estamos los profesores, para educar en su uso. Pues no. Porque ese es el problema: ya saben usarlo y inmensa mayoría está enganchado a él.
Otra cosa bien diferente es que, de forma puntual, en alguna tarea concreta, se trabaje con portátiles o chromebooks (propiedad del centro, nosotros tenemos más de un centenar). La única manera de evaluar la competencia digital, viendo que todo lo que se hace en casa como tarea lo realiza la inteligencia artificial o la inteligencia humana de padres y profesores particulares, es que esas actividades se hagan en el aula. No quiero convertirme, de ocho a dos, en un vigilante que trata de que treinta adolescentes no cambien la pantalla cuando no los estoy mirando y entren en TikTok, Discord o lo que sea; no quiero transformarme en el payaso de turno para captar su atención; no quiero competir contra Instagram o YouTube. Por salud mental, me valdría con hacerlo cinco o diez sesiones cada trimestre.
Por ahora, el debate sobre si seguimos o no con las tabletas continúa. Veremos si llegamos a algún acuerdo antes del 29 de mayo.
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