¿Bloqueo selectivo de autor?

img_1417.jpg
Ilustración de M. B. Richart

«Uno no escribe las novelas que quiere, sino las que puede». Así empieza el artículo «Novelas de la ciencia», firmado por Antonio Muñoz Molina en su sección Las dos culturas de la revista Muy interesante (nº 422, julio 2016). En el texto, el académico explica que lleva cinco o seis años rondando la idea de una novela cuyo protagonista sea un científico. La tesis que persigue con ello, y que el de Úbeda relata en el primer párrafo del artículo, es que, con ese protagonista, pretende acercar esos dos polos opuestos que son las ciencias y las letras, analizando el nexo que las une; esto es, «la importancia de la neurociencia y la psicología experimental en la comprensión de la literatura y las artes». Como bien dice, «urdir historias, contarlas, escucharlas, no es un lujo cultural reservado a unos cuantos expertos, sino una herramienta cognitiva fundamental para nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos». Parece que, tras varios intentos (y cinco o seis años dan para intentarlo mucho), Muñoz Molina va encontrando un camino.

Me está pasando como a él. Desde hace años, una trama y unos personajes me persiguen, pero todavía no he dado con la clave que los desarrolle sobre el papel. Algunos esbozos, varias escaletas iniciadas y abandonadas, incluso algunos párrafos y líneas de diálogo. Todo se almacena en las carpetas del ordenador esperando el momento. De nuevo, cederé la voz al autor de Plenilunio: «Del mismo modo que hay libros que parecen empeñados en existir desde el momento en que uno se pone a trabajar en ellos, hay otros que se resisten, o que se niegan, como un animal escondido al fondo de una madriguera que recula cuanto mayor es el esfuerzo por hacerlo salir».

No se puede hablar de un bloqueo de autor como tal, ya que, desde que surgió la chispa de aquella novela que aún está por escribirse, he acabado dos y estoy a mitad de otra. Es un bloqueo, por así decirlo, selectivo. En ocasiones, el oficio de escribir se parece mucho al del paleontólogo: años y años excavando un terreno casi a tientas, hasta que sale un hueso a la luz y, de repente, en muy poco tiempo, el esqueleto se hace visible. Espero que me suceda a mí como a Muñoz Molina y su novela sobre la investigación científica. Aunque espero que no pasen cinco años.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.