Ayer tuvo lugar en cincuenta centros de toda España (unos dos mil alumnos implicados) la prueba piloto de la nueva selectividad. Se examinaron de Lengua Castellana, Historia de la Filosofía, Inglés y Matemáticas. Ya hablé el pasado verano sobre lo que pretendía el gobierno con el acceso a la universidad —finalmente, se desechó esa prueba de madurez que no gustaba a nadie— y hoy toca analizar el examen de Lengua Castellana y Literatura.
La gran novedad es esos quince minutos extra que sumamos al examen, de los clásicos 90 minutos a los 105, una hora y cuarenta y cinco minutos. Aquí está la prueba:
Como se ve, tres textos: un artículo de opinión, un texto literario y una infografía. Entiendo que en la prueba piloto cayó Jorge Manrique porque es un autor ya visto por esos alumnos/conejillos de Indias. Sin embargo, de acuerdo con la LOMLOE, en la EBAU real deberá aparecer una obra literaria del siglo XX o XXI.
En primer lugar, comenzaré por lo que me gusta, que es poco, la verdad. Y se reduce a esa última pregunta (2,5 puntos) en la que se deben relacionar los tres textos y responder a una de las dos cuestiones propuestas en un mínimo de 300 palabras. Me gusta porque implica un conocimiento que va más allá de lo puramente textual (y eso que el tópico literario del tempus fugit aparece citado en el enunciado) e implica cierta profundidad. Habría que ver la rúbrica detallada con la que se corregirá esa última cuestión. Ni que decir tiene que ya hay otros exámenes finales de bachillerato que piden hacer lo mismo. En España, como en otros aspectos, llegamos tarde y mal.
En segundo lugar, no me gusta todo lo demás, empezando por la disparidad de puntos (y eso se traduce en importancia, como sabemos todos los profesores) que tiene cada texto. El texto argumentativo vale 3,5 puntos; el literario, 2,5; y el multimodal, 1,5. ¿Cómo lo habría hecho yo? Si no hay más remedio, mantendría esos mismos tres textos, pero otorgando dos puntos a cada uno de ellos y cuatro puntos a la pregunta final, que, obviamente, necesita ampliar ese mínimo a, como poco, quinientas palabras.
Veamos ahora cada parte por separado. En cuanto al texto de opinión, tenemos una primera pregunta que, al contrario de lo que supuestamente iba a cambiar en esta renovada EBAU, prima lo memorístico. El alumno ya sabe que caerá un texto argumentativo, así que se sabe las características de esa tipología textual. Se puede aprender incluso una estructura de respuesta y completarla con los ejemplos oportunos que lo justifiquen. La segunda pregunta es sobre la tesis del artículo. No piden ni siquiera estructura del artículo. Hasta aquí llega el análisis del texto expositivo-argumentativo: 2 míseros puntos. Los restantes 1,5 puntos del apartado son dos preguntas: buscar cuatro sinónimos y una pregunta tipo de test de esa nueva forma de entender la sintaxis, reflexiva, competencial, vacía, como ya anticipada la LOMLOE, pregunta que se puede responder por descarte, por cierto, por mucho que haya que justificar la respuesta, lo que se hace, de nuevo, con palabras de la misma opción escogida. ¿Nadie se dio cuenta de ello? O peor, ¿ha sido a propósito? ¿Se busca aquí también que nadie suspenda para que las estadísticas salgan bien? ¿Dónde queda esa supuesta reflexión, ese pensar más que prometieron?
El segundo apartado es un texto literario; en este caso, la primera copla de las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique. Primera pregunta regalada: establecer el esquema métrico del poema, algo que pueden —o al menos podían— hacer alumnos de 3.º de ESO. La segunda, un caramelito: el tema del poema, cuya respuesta nos dan en el último apartado, «la fugacidad del tiempo». Es de risa. La tercera cuestión nos pide ejemplos de antítesis y, para disimular, un pelín de teoría, pero no mucha, no vaya a ser que esos adalides de la nueva educación se revuelvan en la silla al escuchar la palabra memoria.
El último texto es una infografía. De nuevo, la primera cuestión es de chiste. Nos dan las funciones del lenguaje que aparecen y hay que localizarlas y explicarlas un poco. ¿Qué costaba no dar la respuesta en la pregunta? Nadie lo sabe. ¿Lo siguiente será un unir con flechas, una sopa de letras, un pinta y colorea? La segunda pregunta es hablar de la letra y las imágenes de la infografía; esto es, una suerte de análisis que, de nuevo, el alumnado ha trabajado y aprendido en clase y que responde a un modelo de respuesta que vale para cualquier texto multimodal.
Y hasta aquí el supuesto análisis por separado de los tres textos. La excusa es que ahora pasan a analizar más aspectos. Y sí, el alumno hará más cosas, pero es el fruto de los tiempos: mantener al chaval ocupado con muchas preguntas, pero todas superficiales. Es decir, que sude, pero que no haga ejercicio.
Por otro lado, este es un examen que, vale, supone una vuelta de tuerca a la anterior prueba de Lengua Castellana, pero que en mi opinión no va a demostrar ni que el alumnado sabe de literatura ni de lengua. Por no gustarme, no me gusta que bajen solo dos puntos por faltas de ortografía (a razón de 0,25 por cada falta o por cada dos tildes, siempre y cuando no se repitan). Al final, el alumno va a escribir como mínimo 300 palabras de su creación, porque el resto del examen son estructuras ya estudiadas o frases breves, muy breves. Podría incluso no escribir esas 300 palabras, porque puede que le valga el 7,5 como nota máxima, puntuación a la que se puede llegar sin demasiado esfuerzo.
En definitiva, un examen que muchos aplaudirán con las orejas, con buena intención, no lo pongo en duda, pero que sigue la línea del vaciado humanístico al que nos obliga esta ley. Un examen que es otro mazazo más al muro que debería ser la lengua española y la literatura en español.
Comentarios
La bajada de nivel es considerable, pero hay que subir el número de aprobados sí o sí.
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Tal cual. Para mejorar las estadísticas se baja el nivel y punto. A costa de nuestro futuro.
Poco margen queda que subir:
https://elpais.com/educacion/2022-07-01/notas-de-selectividad-2022-por-comunidades-los-aprobados-rozan-el-96.html
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Eso, para algunos, es una buena noticia: una selectividad que no selecciona, un café para todos.
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