Ortografía y TikTok

El pasado domingo —y a doble página—, El País presentaba los resultados del informe Digital News Report 2022, elaborado por el Instituto Reuters y la Universidad de Oxford a partir de unas cien mil entrevistas a personas de 46 países.

El titular era una cita: «»Para mí es desfasado leer un periódico, me informo en las redes»». Y la entradilla mostraba un panorama desolador:

Los menores de 25 años evitan las noticias sobre política y la covid porque les afectan al ánimo, y no consumen medios tradicionales porque creen «difícil» su lenguaje

Básicamente, venía a decir el informe, entre los 18 y los 24 años hay un porcentaje bastante importante de gente que se informa a través de redes sociales: Instagram, TikTok y YouTube. Pensé que, viniendo de la principal cabecera de nuestro país, referente en prensa escrita, era una crítica velada al nivel pésimo en comprensión lectora y expresión escrita que tienen nuestros jóvenes (fruto de este enjambre de leyes educativas que les van mermando posibilidades de aprendizaje real). Pero hoy compruebo que no.

Hoy no había noticia educativa en El País firmada por Ignacio Zafra, no había ningún texto sobre lo pésimos que somos los profesores que no nos plegamos a las corrientes que parecen sacadas de un catálogo de Mr. Wonderful. Lo de hoy era peor: un publirreportaje disfrazado de noticia sobre dos hermanas —por supuesto, ninguna de ellas es profesora ni tiene intención de serlo— que han montado una empresa (ellas lo llaman «método de enseñanza») que pretende enseñar ortografía con vídeos inspirados en TikTok.

Visuende, se llama el invento. A 39,95 € el libro. Porque ellas no son tontas, claro.

Según Fátima Ostolaza, una de las hermanas, que antes de meterse a empresaria trabajaba como administrativa,

en la escuela se dedica poco tiempo a estudiar ortografía y se pide a los alumnos que lo memoricen todo.

Es la filosofía del trilero, desde luego: engañar a la gente y soltar mentiras sin perder la sonrisa ni despeinarse. Hay que estar versado en la falacia y haber lidiado con gente con cara de cemento (la otra hermana, Nuria, trabajaba en el despacho de una procuradora) para meterse en tales berenjenales sin tener ni idea de educación ni saber cómo se trabaja hoy en día en un aula.

Por otro lado, su idea de negocio se basa y se inspira en pseudoteorías como la pirámide del aprendizaje de William Glasser (que, al igual que Edgar Dale, jamás habló de pirámides ni jerarquías ni, obviamente, esa supuesta forma de aprender está basada en estudios científicos) y es tan incongruente que usa los trucos y consejos de Ramón Campayo, reconocido memorizador que ha dedicado buena parte de su vida a demostrar que puede ganarse un sueldo en concursos y programas que ponen a prueba su capacidad memorística. O sea, que la memoria es mala en la escuela, pero es buena si os la venden a 13,90 € cada curso individual. Como poco, es cutre. Asimismo, utilizar y fomentar TikTok en chavales de entre 10 y 12 años cuando la edad mínima de uso de esa red social son los 13 es ilegal. Quizá ellas no lo saben —¿para qué querrían saberlo, si solo pretenden ganar dinero?—, pero los maestros que fomentan estas chorradas en su alumnado sí.

Y ojo, que cada uno se gana la vida como quiere y puede, pero que llamen a las cosas por su nombre. Al final del texto —que ocupa ¡media página! en un diario como El País— podemos leer: «Antes de su publicación, la guía Visuende fue utilizada por alumnos de 5.º de primaria del colegio público Miguel Delibes de Burgos». «Con un alto grado de aceptación», destacan las empresarias, que no van a tirar piedras contra su propio tejado. El próximo curso, el centro lo implantará en varios niveles. Es decir, un supuesto método se utiliza en una sola clase en toda España y el principal periódico de España le dedica media página. ¿Por qué? ¿No debería poner en el margen superior derecho «Publirreportaje»? ¿A quién beneficia, salvo a las hermanas Ostolaza, que se fomenten estas barbaridades? Las respuestas son evidentes.

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