Peligros de la educación digital

Hoy publica El País una interesantísima entrevista a toda página.

Ha sido una grata lectura, que, además, se puede completar con las preguntas que no han cabido en la edición impresa (luego abundaré en ello) y que, por ahora, pueden leerse sin necesidad de suscripción, aunque las copiaré porque nunca se sabe lo que ocurrirá en un futuro.

La entrevistada, Sonia Livingstone, es profesora de Psicología Social en la London School of Economics y experta en menores y digitalización. Automáticamente, la cabeza se me ha ido al libro de Michel Desmurget del que ya hablé en esta entrada de primeros de año.

Tal como he hecho esta mañana en Twitter, me gustaría añadir unos comentarios a sus muy acertadas palabras.

La primera respuesta da en el clavo:

Hay cada vez más pruebas de que [la educación digital en los niños] empeora la salud.

Esto es así. Cualquier profesor lo sabe o, lo peor, lo ha vivido en alguna tutoría. La presión en redes sociales es inmensa. Vean la gráfica siguiente:

Me dirán que eso ha pasado siempre. ¿Adolescentes inseguros con su cuerpo? Por supuesto. Pero ahora, y desde alguna década, tienen que ver cómo las redes sociales promocionan cierto tipo de cuerpos en perfiles de su misma edad. ¿Que eso ya lo teníamos en los 80 y en los 90 con series de televisión donde los y las protagonistas tenían una determinada talla? Desde luego. Sin embargo, hoy se compite, además, contra el vecino del pupitre de al lado, contra el colega del instituto de enfrente. Y seamos serios: que, de media, seis de cada diez adolescentes no estén satisfechos con su cuerpo es una cifra alarmante. Y de ahí las depresiones, las visitas al psiquiatra, los intentos de suicidio…

Pregunta el periodista sobre el miedo de los padres a la tecnología. No sé si la palabra es miedo. Yo diría, más bien, desconocimiento, sobre todo del perjuicio que les están haciendo a sus hijos cada vez que, bien sea para callarlos, bien sea supuestamente para que aprendan, los sientan delante de una pantalla sin supervisión alguna. Hay estudios sobre el tema (citados en la versión digital del artículo y en el libro de Desmurget del que hablaba al principio de esta entrada). Hay niños que pasan más tiempo frente a una pantalla (videojuegos, televisión, YouTube…) que en clase, y eso es un hecho. Y todas esas horas, claro está, sin supervisión de los padres.

De ahí llegamos a otra de las respuestas de la profesora Livingstone:

Hay muchos padres que de verdad no saben cómo ofrecer a sus hijos buenas oportunidades de aprendizaje y creatividad. Internet y la tecnología están llenas si sabes dónde buscar. Hay muchos padres cuyos trabajos no les permiten jugar con sus hijos. En un mundo ideal, diría que es mejor dejar que los niños jueguen en la calle.

Así es. Y no es que no puedan, porque hay una oferta inmensa de cultura gratuita o a precio muy reducido: conferencias, exposiciones, teatro callejero, conciertos de bandas de música locales… El problema es que no quieren. Pero ni para ellos ni para sus hijos. Es más fácil que internet me los eduque, deberán pensar, que salir a la calle, llevarlos a un museo, a la biblioteca, leer en familia. Leer. Otro asunto clave. ¿Cuántas veces habré escuchado en tutorías aquello de «mi hijo no lee»? Siempre respondo lo mismo: ¿Y usted lee? Silencio.

A continuación la parte que se salta la edición impresa, espero que por espacio:

P. ¿Por qué es tan difícil tener evidencia sobre pantallas y niños?

R. Hay varias razones. Uno, no tenemos definiciones acordadas sobre lo que son las tecnologías digitales o lo que ofrecen. No hay una forma acordada de describir lo que está en la pantalla y en qué categoría incluir el contenido digital. Teníamos eso establecido para la televisión, pero no ahora. Dos, hay problemas éticos reales. No podemos hacer experimentos con niños que puedan dañarlos. Tres, muchos de los resultados que nos interesan tardan años en mostrarse. Cuatro, es un área con fondos insuficientes. Mucha gente tiene prisa para presentar una nueva política antes de haber financiado la investigación. El gobierno siempre me pregunta: ¿dónde está la investigación? Y yo pienso: no has financiado ninguna investigación sobre esto y ya quieres los resultados.

También desaparece el deseo de Sonia Livingstone, dentro de la mención al bullying en la escuela y en centrarnos en los aspectos positivos y en los beneficios de que los niños vayan al colegio, de que se regule a las grandes tecnológicas y la crítica al papel de los medios de comunicación. Si lo que se ha publicado en la edición impresa es bueno, lo que se pierden los que no accedan a la web es aún más interesante:

P. Sobre las grandes tecnológicas, escribe: “La innovación tecnológica es rápida, compleja, opaca y en gran medida no responde a las preocupaciones de los padres”.

R. Promueven por ejemplo contenido de anorexia, perturbador, violento. No hablamos de esto sobre los niños. En realidad no tenemos un debate público sobre qué hace que nuestra comida sea saludable o qué hace que nuestra agua esté limpia. Son debates de expertos. Pero en Europa ahora se está aprobando la Ley de Servicios Digitales y de Mercados Digitales. La regulación está llegando. No se presta suficiente atención a los niños y sus derechos porque siempre son secundarios respecto a los consumidores que cotizan con dinero real. Pero Europa está dando pasos en regulación.

P. Los padres que tratan de hacer bien tienen dos consejos. Primero, ser claros con los valores.

R. Mucha gente siente que sus valores pasan a un segundo plano frente a la presión de los amigos. Creen que lo más importante es que su hijo haga lo que hacen los demás. Pero lo que veo en realidad como investigadora es que todos hacen algo diferente en casa.

P. ¿Son más importantes los padres o la presión de los amigos?

R. La mayor influencia para sus vidas es lo que hacen los padres y lo que les proporcionan. La presión de amigos importa, pero nunca tanto.

P. El segundo consejo es compartir placeres digitales y negociar, no imponer.

R. Se podría animar a los padres a compartir más y encontrar algo que puedan hacer juntos. La pandemia ha sido interesante porque los niños han visto a sus padres trabajar y los padres han visto a sus hijos hacer sus tareas escolares. Es un momento interesante para quedarse con algo de eso, porque de lo contrario todo está aislado: este soy yo en el trabajo y sé mucho sobre tecnología y este soy yo en casa y siento que no puedo controlarlo.

P. Cuando dice que hay que parar de asustar a los padres, ¿a quién se refiere?

R. A los medios.

P. Oh.

R. Esos titulares. “Hay un pedófilo en la habitación de tu hijo”. “Las estadísticas de suicidio están subiendo”. “Las redes sociales están fuera de control”.

P. ¿Pero igual vienen de algún artículo académico poco fiable?

R. Sí, puede haber algún estudio extraño, pero hay muchos otros estudios que probablemente sean aburridos y equilibrados. Los padres siempre gravitan hacia el peor riesgo, lo peor que podría pasar.

P. ¿El peligro de los extraños?

R. Sí, aunque sea muy raro. Me preocupa mucho más que mi hija vea que todo el mundo es delgado y hermoso que el asalto de un pedófilo. Aunque, por supuesto, suceda. Los padres se enfrentan a una gama tan amplia de riesgos. Es demasiado.

P. ¿Qué quiere decir “juego libre” en la era digital?

R. Todos creemos en el juego de los niños, pero el juego es hoy algo que los adultos dirigen. Solo dejamos jugar si hay un propósito educativo. Estamos limitando los espacios en que los niños deciden por sí mismos a qué quieren jugar. Sabemos qué es el juego libre cuando vemos a los niños corriendo hacia un espacio verde o la playa. Pero luego construimos nuestros parques llenos de herramientas y reglas, o escuelas repletas y con cada vez menos tiempo para jugar. Y tenemos todo tipo de reglas sobre cómo pueden usar pantallas y juegos digitales. Todo son reglas. Reducimos el espacio para la libre elección y gamificamos lo que queremos que hagan los niños. Si no hay propósito educativo, creemos que pierden el tiempo.

P. Los hijos de esta generación jugarán con realidad aumentada o virtual en 20 años. Nosotros fuimos los últimos sin internet, pero ellos serán los últimos sin realidades aumentadas.

R. Es probable. Nadie quiere ir para atrás de verdad. Quizá sí tomarte un sábado por la tarde sin pantallas, pero poco más. Solo necesitamos que esté todo más diseñado para los intereses de los jóvenes y con un mejor equilibrio con el resto de cosas que suceden en el mundo.

P. En un artículo científico reciente vincula alfabetización digital con resiliencia. ¿Cómo?

R. Es como ir en bicicleta. Si eres bueno montando en bicicleta, podrás ir a la escuela o al traficante de drogas local. Igual ocurre con la alfabetización: a medida que obtienen una comprensión más crítica, también se enfrentan a más riesgos. Pero también se vuelven más resistentes. Así que dicen que no al traficante de drogas. Así que es bueno. Pero como pueden hacer más y enfrentarse a más riesgos, los padres se asustan: los niños han estado en Reddit o han visto violencia en internet. Eso es terrible. Pero a la vez tienen resiliencia que se desarrolla a través de cierta adversidad. Si envolvemos a nuestros hijos en algodón digital, no aprenderán a sobrellevar los problemas. Eso significa que deben comprender el tipo de espacios en los que se encuentran, cómo funcionan y por qué reciben toda esta información negativa o por qué de repente se encuentran en una página extremista.

No olvidemos la cantidad de dinero que llueve de esas tecnológicas a los medios de comunicación. Los mandamases de esas compañía imagino que también bucearán en las versiones digitales. ¿O solo hojean los periódicos en papel que les ponen sus secretarias sobre la mesa del despacho? Tampoco olvidemos que los Gobiernos están cayendo en las redes de lo se quiere llamar «transformación digital». Hace un par de días, durante el debate por el estado de la nación, el presidente Pedro Sánchez presentó el Programa Código Escuela 4.0, que pretende implantar programación y robots desde infantil hasta bachillerato. También lo mencioné en Twitter.

Es todo tan surrealista…

Al final, lo que propone la profesora Livingstone es desviar la atención del dispositivo en sí (de nuevo, tiene relación con la entrada que escribí a principios de año sobre los regalos de Reyes) y centrarnos en lo que se vea o se haga con él:

Depende de lo que veas y a quién contactes. El dispositivo no es el tema, sino lo que es apropiado para su edad. A los niños les damos libros ilustrados cuando son pequeños y fáciles de leer cuando son más mayores. Pues igual.

Algunos padres, escribí en Twitter, solo se quedaron en los libros ilustrados. De ahí, al móvil, la tablet y la dejadez.

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